La noticia corrió un nefasto día, por las calles de La Habana
Vieja; llevaron la noticia los pájaros en vuelo por entre los
cañaverales y sobre las playas. “El son se fué de Cuba!” gritaron los
augures, pero esta vez por ser quizas la única, equivocaron el
augurio. Pues verán, incrédulos espectadores de una revolucion llegada
a más. Cómo pudieron pensar, Dios de los Cananeos, que el son pudiera
irse de la isla? Si el son y Cuba son una misma cosa, como el civil y
el soldadito! Si en efecto, así hubiese sido, se hubiese ido isla y
canción en ún sólo viaje. Pero, la isla seguía ahí, y podría suponerse:
el son también seguía ahí. Pero dónde, dónde, dónde! Preguntaron
las aves. Hemos volado por toda la isla y no lo hemos visto! Porque,
comentó el Viento, no han sabido buscarlo. Deben hacerlo por las
viejas calles de la ciudad en calma: en la Bodeguita del Medio, allí
donde el viejo inventó el mojito, en una especie de covacha bar donde
un ilustre viejo, sobrenombrado Compay Segundo, de nombre verdadero
Francisco Repilado. Qué nombre, amigos míos, y qué hombre, cómo
tocaba la guitarra el condenado Repilado! Era cierto, sin embargo,
algunos soneros se habían ido, llevandose su voz consigo, pero no el
son: el son es inmaterial, inconforme, celestial, nunca anodino. Otros
se quedaron: cuerpo y alma de guitarra en un solo arpeggio regio, a
veces hasta doloroso. Pero generoso, siempre! Omara Portuondo, para
citar una de las estrellas más fulgurantes del son cubano, vivió por
mucho tiempo en apartamento vista al mar en el mero malecón, cedido
por el Gobierno para su transcurrir del tiempo que le quedaba por
vivir.
Pero, aún así, la canción insistía: el son se fué de Cuba! En
cierta forma sí, pero nó como lo planteaba Luis Aguilé, cubano y
español. Si él, desde su España natal hubiese visto con cuidado
extremo lo que sucedía en su isla, no habría dejado enterrado su
corazón allá, en Cuba; vería el son dividirse en dos sin perder sin
embargo su ser, esencia, existencia y trascendencia. El título de
la canción era, es, debió ser, sin duda, “El son cubano se partió en
dos” – sí señor, en dos pedazos se partió el son! Pero no lloreis,
cubanos, los dos trozos se reunieron más allá de sus orillas en una
playa cercana: la de Venezuela, y aún hoy el son persiste en Venezuela
como el son venezolano. No existe, dicen, el son venezolano? No han
oído el Nuevo Sonero del Caribe? Sus componentes son criollos,
vernáculos y de este domicilio! No han oído ustedes, a un taxista
llamado Oscar de León, lo llaman ahora el Sonero Mayor? Caraqueño,
por más señas, no habanero, por favores recibidos. El son persiste en
Cuba, en Venezuela, en la costa caribeña de México, en Colombia, hasta
en Argentina – sí, créanlo, alla nació un judío por sobrenombre Carlos
Argentino, y saben que hizo el yidishe muchacho? Cantó el son cubano
con, oigan bien, la Sonora Matancera! Oigan a Daniel Santos, Benny
Moré, por Dios, el gran Benny! Oigan al Trío Matamoros, a Sindo
Garay, qué caray! De este modo verán y sabrán que el son montuno y
el son cubano son úno sólo, no dos, vivirán por siempre en todo el
continente Americano. Amen!
Así será por siempre, por los tiempos que se fueron, y los que
vendrán, tambiýn, seguramente. Mientras el sol del Caribe alumbre
nuestras playas, Habrá son del bueno, ever and forever!