La Casera

Nunca fué un alquiler tan bien pagado
como el que le pagó Manuel a la Carmela
su casera que vive en el piso de abajo;
puntual como ninguna el último del mes

se presentó al lugar alquilado. El alquilado
confesó no tener cómo pagarlo; ella sin rubor
alguno le dijo: Lo siento mucho pero si no
tienes efectivo, puedo por ejemplo darte

un préstamo o me pagas también, en especie,
En cual especie? preguntó el, interesado.
En esa especie de gato encerrado que entre
tus piernas pugna por salir de esa prision

en que lo tiene preso el desdichado. Le pago
pues en especie con el alquiler redoblado. La
casera, chica de multiples recursos, le dijo
despues de tan buenos resultados: una última

exigencia tengo que hacerte: que me pagues
un año por adelantado. Y si no tienes efectivo
suficiente, te doy el mismo plazo, pero para
asegurarme el pago a su debido tiempo te muda-

rás conmigo mientras pagas con ventaja de
renovación si es tu gusto. Así lo hizo, y ahora
el inquilino anda con cartel de santo por esos
caminos, sin tener que trabajar porque tiene

segura la mujer, la casa y el comer fino.
Lo envidias? No lo envidies, Todo trato
tiene su mal entendido: él ya no puede
alquilarse en otra parte porque el diablo

se lo lleva por delante en su camino.

Madre, Cómo Sabe?

Dime, madre, preguntó el hombrecito que ella concibió
y apenas esbozaba una especie de bigote, linea sutil sobre
el labio superior y con voz quebrada; dime madre mía,
preguntó a la madre educadora, cómo saber si uno está

enamorado? El sintió un golpe en el piso y quiso saber
si la madre había caído, No, no he caído, dijo la señora,
es el golpe que he sentido al oír tu pregunta, hijo mío.
Y porque tal cosa ha sucedido, madre mía? preguntó

preocupado el hijo de sus entrañas. Ha sido el susto
nada más. Nada de que preocuparse, Es la sorpresa
de una pregunta que se ha hecho la humanidad por
los siglos de los siglos, escrito se han innumerables

libros y tratados, infinidad de pensadores y filósofos
se lo han también preguntado, y tú lo has resumido en
tan pocas palabras. Ninguno halló la respuesta a seme-
jante pregunta. Menos podré hacerlo yo, de pocas luces

y entendimiento escaso. Pero trataré de darte al menos
algunas aproximaciones desde diferentes ángulos, a ver
si satisfago la natural curiosidad a tus jovenes años.
Podría decirte, por citar un ejemplo, que uno sabe

cuando está enamorado, porque no puede vivir si estar
a su lado: Sin ella, tu no existes. No vives, estás mal
humorado, te duele la cabeza, no comes, no tienes
ganas de comer ni de vivir. Podría decir por citar

otro ejemplo, que sabes si estás enamorado
cuando no puedes vivir sin ella, quieres estar
todo el tiempo a su lado, día y noche sin des-
canso. Su voz te parece una melodía que extasía

tus oídos; su cara un sol radiante que no se oculta
nunca. Se detuvo la madre al ver la cara radiante
de su hijo al oír lo que decía. Entonces, madre mía,
estoy enamorado! y saltaba de alegría. A la madre

se le hizo un nudo en la garganta: recordó asombrada
hacía varios días el hijo no paraba en su casa ni un
momento del día, y recordó también a su vecina, quien
tenia una hija, mas o menos de la misma edad. Ve,

hijo mío, corre tras ella, vete junto con ella al liceo
llévale sus libros, respira de su aliento, goza el
sentimiento del amor primero que es único en la
vida. Una lagrima corría por su cara, se había gra-

duado de hombre en esos días de enero,
Era el amor primero, que los esperaba en
la esquina para ir junto con ellos al liceo
a seguir otros estudios para la próxima

vida que se acercaba hacia ellos.
Sonreía. Por Dios que sonreía! O se reía.
Que más daba. Era difícil saberlo.
No había porque saberlo. Con saberlo había.