DE TANTO FILOSOFAR un buen día, el buen filósofo resolvió no
hacerlo más, y no pudo más. Se dijo: por qué no seguir haciéndolo?
Contestó su otro yo, Porque ese es tu oficio, igual que el mío. Está
bien, dijo. Pero no lo dejó, al final. El día en que el bendito,
decidió de un solo ramalazo no seguir en esa brega, quedó como quien
dice tieso, como quien se imagina, paralizado filosofado total,
anarquizado. La buena señora Sophia, hija de una Filosofía, proclamaba
a quien quisiera oírla: quién le dijo a ese buen viejo, que un hombre
viejo, cuando al final de su vida comienza sin querer a bien
filosofar, puede dejarlo cuando quiera y lo decida? Eso no le es
permitido a nadie!
Ahi quedó el viejito, destrozado, amargado como nunca había estado.
Murió como es de suponerse, pobre y amargado.
Esta la que sigue – será el final, colofón o moraleja o producto
final del buen filosofar. No dejes, una vez que comienzes, de
filosofar, no importe lo que te pueda pasar. Morirás rico y honrado,
rodeado de los tuyos, y en calma y santa paz. Amén por todos los
siglos venideros. Ahmon Ra!