Cuando la hora señalada llegue, estaré ya preparado con la suficiente
antelación y desenfado: el equipaje listo, la casa cerrada, el pasaje
comprado – y esperaré comodamente sentado en amplio sillón de cuero,
estación de trenes de la línea El Encanto.. Habré cerrado ya todas las
cuentas bancarias, el saldo remanente a la caridad publica. Los
muebles y enseres domésticos al Hogar para Ancianos, adonde irá mi
distinguida esposa después de mi partida. Los libros a la Biblioteca
Pública fundada por mí en mi pueblo, la colección de discos a la
Universidad de mis años juveniles, Mis viejos amores, a la memoria
distinguida de los próximos albures. Mis amores actuales, al olvido.
Los que vendrán, al desolvido inmerecido, Mis trajes al ropavejero,
con el producto, comprar un velón y nunca encenderlo, así durará la
eternidad que no merezco. Mi viejo auto, el carromato, pónganlo de
lápida en mi tumba. No estaré ahí, ya vuelto polvo volveré a los
vientos y jugaré con ellos de nuevo al Escondite de mis tiempos infantiles.
Mis títulos, condecoraciones, recomendaciones, menciones honoríficas,
al horno de destruccion documental, cenizas al río de mi pueblo, pues
de allí salió mi determinación de ser alguien y quizás lo fuí, pero
seguro no estoy de ello. Mis obras escritas, recibirán al fin el honor
de ser editadas y colocadas en los anaqueles de librerías públicas, y
al no ser vendido ninguno de los ejemplares, serán quemados todos
menos uno, el cual, convertido en incunable, será vendido al mejor
postor y el producto, a un Fondo para escritores Jóvenes con sede
también en mi pueblo. Mi gata, gozará de una pension hasta su muerte,
cuando a la hora señalada será incinerada y sus cenizas esparcidas
en el jardín de mi casa.
Ahora viene lo que en verdad es importante. Mi casa será
transformada en Museo. Los titulos que no obtuve colgados en sus
paredes: el Master of Science de la Universidad de Harvard, el PhD
de Yale, el Honoris Causa de Oxford, el Premio Nacional de Literatura,
el Mención Especial de la Editorial Alfaguara, la Orden del Libertador en
categoria de Medalla de Oro y Diploma en Bronce. Puede que me olvide
de alguno, pero ya alguien los mencionará entre los inmerecidos que no
me concedieron y de inmediato aparecerán en el aire y colgados de
clavos herrumbrados.
El Museo no tendra nombre: en el frontispicio, la palabra en
letras griegas “AntiMuseum” y en el peristilo de la entrada tres
grandiosas estatuas: al centro, la de la Venus de Samotracia, a los
lados, la Venus de Milo y la Venus Afrodita. Nada en ese Museo
llevará mi nombre, nadie sabrá nunca de qué ni de quién se trata. A
la hora señalada , me reclinaré en el reclinatorium, y mi dulce
desconocida me ofrecera el caliz de la amargura que contiene la
cicuta, Mi cuerpo quedará in situ, sus cenizas al viento de la tarde.
Y un día por allá por el quinto milenio, correrá la leyenda de un
poeta que murió por ella.