La poesía es una humorista de primera.
De segunda, sigue siendo una hummorista de primera; de tercera,
que más le queda? Ser una humorista, y además, escribir poemas.
Cuando usted, amigo que también le escriben, pero no sabe leer, qué
cara usted paga la charada de no saber leer, trata de escribir una
poesía y le sale, oh dolor, una morisqueta. Bella la morisqueta
mosquimuerta, pero garabata al fin – son trazos de hijitos de probeta.
Una poesía, llamémosla así,
poesía, debe hacer reír, porque si uno no riera lo que este mundo
parece y además, es, lloraríamos como mujeres lo que no supimos
defender como hombres. Así, que, hermosas cuchifletas atravesando el
aire de la tarde, y riamos a carcajadas, a más no poder, de este
mundo inverosímil, trastabillante, y temeroso, prepergecio, rudo,
mentecato, piel de gato, ambidiextro, patuleco y todos los sinónimos
que podamos encontrar en el Diccionario de Sinónimos y Antónimos de
la Lengua Catalana. Catalana, para más humorismo del bonusumo,
patrimonio de los buenos gobernantes, quienes pasan su tiempo
descuidando el puesto por cuidar las botijas que les dejó el Difunto.
Perfuntoriamente muerto, si es como lo explico.