Por quererte me he vuelto un guiñapo;
un derelicto, restos de un naufragio
de un barco a la deriva, de un terreno
desolado, sol marcado, luna en desdichado.
Por tí me he perdido; no me han encontrado.
Un escuadrón de salvamento suizo
que en en demostración había viajado
a los países demostrados a enseñar cuáles
eran sus tareas, envió un perro San Bernardo
con un barril de cerveza amarrado a su pescuezo –
me busca hace ya meses por los montes de Ubieda
sin haberme podido todavía encontrar. Qué dices?
Que no existen los tales montes? Que son un ar-
tificio de mentes enfermas, sin ningún oficio?
Buen oficio te buscaste, de mentiroso tanto como
miente un carretero: si le preguntan donde queda
el próximo pueblo, dice: Allí mismo, al voltear el
próximo árbol. Pero el próximo árbol queda como
a cien kilómetros del sitio donde le he preguntado.
Dejen que ese bendito perro me encuentre. Va a saber
lo que es bueno, una tunda le daré que la recor-
dará por siempre – Yo lo que quiero es quedarme
perdido para siempre, con un perro, un barril
de cerveza, y la mujer que ví en la casa del tío.