Nunca fué tan cierto el dicho Morir es partir un poco
pero, agrego, no un poco, sino morir del todo, morir
bien muerto. Por eso, cuando me fuí del pueblo, mi
pueblo, me quedé bien muerto. Todavía sigo muerto
a pesar de todos estos años. Volveré a vivir cuando
vuelva a mi pueblo, a sus días muertos, a sus días
tristes, a sus días alegres de diciembre y enero.
Yo quiero ser como Jose Antonio el bueno, quien
se fué un día a la lejana Suecia tras un sueño
tras unos hijos que su sueño se les fué con ellos.
Vino algunas veces, fugaces como estrellas,
pero eso no cuenta para contar este cuento.
Volvió un día, regresó a su pueblo y los pueblos
cercanos para mayor alegría; después de recorrerlos
volvió a Caracas, se acostó en su cama, se quedó dormido
para siempre.
En silencio. No le dijo a nadie por qué había vuelto;
yo sí lo sabía, me guardé el resto, me acosté en mi cama
y me quedé dormido. En silencio.