La Desgracia

Ay no sabes, mi querida Eufrasia,
la desgracia de la común amiga, Luisa
Teresa ella, tan hacendosa en todas
sus fechas, tan pendiente de sus nietas

venir a caer enferma sin remedio de una
lesión cardíaca, de nombre inexplicable
extra no se qué , como si las extras fuera
lo importante, y no lo principal, lo impor-

tante en una enfermedad de tal naturaleza.
Su cardiólogo con cara de gran enterrador
de cadáveres y enfermas, la ha declarado
víctima de mortal enfermedad. Ella, siempre

preventiva, toma las medidas pertinentes
para no hacer morir antes que ella a los
que les toca sucederla. Paga la funeraria.
el entierro, la lápida mortuoria, se manda

ella misma las coronas que deben enviarle
la Asociación de vecinos de su cuadra; toma
todas las medidas necesarias que hagan falta
para después de muerta, tener que revivir

para tomarlas. Locura sin igual? Dislate
nunca visto? No. Previsiones tomadas, no
hay mejor medicina que aquella preventiva
que no deja aparecer enfermedades imprevistas.

Vete pues, le dijo a su vecina, a tu cardiólogo
que más te inspire desconfianza a ver si él te
declara reo de pena capital. Así conseguirás
vivir llena de salud, falta de confianza en el

cardiólogo aquel de tu confianza.

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