La naturaleza aborrece lo absoluto, absolutamente. No deja un resquicio
por donde logre meterse un asomo de absolutismo. Habrá personas que
lo permitan, pero ellas también seran aborrecidas y aborrecibles con
dureza. Todo es relativo, dice la teoría. Uno parte de un sitio y
puede ser llevado a otro inesperado, sin posibilidad de regreso. Y qué
hay con eso, preguntaría el atribulado. Para eso no hay contestación
que valga. Nada comienza en este mundo de repente, en un sólo momento.
Se va cocinando lentamente hasta estar a punto, y cuando lo hace,
explota y derrama sus consecuencias por todo el entorno hasta más allá
de los océanos. Se ha dicho de otro modo en otras ocasiones: cuando
estornudan en China, le da neumonía a América. Tal es el alcance
del aborrecer lo absoluto por la naturaleza humana.
Ah, me olvidaba de algo muy importante: no existe el amor eterno,
absoluto, inevitable. Bájense de esa nube, hombres y mujeres que
pretendeis haber encontrado el vellocino de oro de un amor eterno. El
amor eterno sencillamente no existe, porque es un concepto absoluto.
Y bien? Algún comentario? No hubo respuesta – solo una piedra
volandera rompió la crisma del poeta, relativamente hablando.