No lo vimos, no. Cómo pudimos no mirarlo, si estaba sucediendo frente
a nuestros ojos? Pero no tuvimos ojos para mirarlo sino para no verlo.
El fermento, el limo, el cieno, en el fondo de la cienga oscura de los
desposeídos, fermentaba lenta pero seguramente – las burbujas
ampliaban su tamaño, rompían la cubierta protectora y un aire denso de
fétudos alcances subía por el aire y condensaba sus malos olores en
ominosa nube, para luego caer vuelta aguacero sobre la multitud
desguarnecida, cubriéndola de un manto oscuro, fétido, insoportable.
Cómo salir entonces de este desfiladero, de este pantano informe sin
quedar marcados para siempre, mancha infamante, tatuajes en la frente,
cadenas en las manos, culpas de inocentes? Quizás por el amor, a lo
mejor por el olvido. Pero hay que salir de esto, mis queridos amigos,
compañeros de triunfos e infortunios! Saldremos si lo queremos hacer
y no nos entreguemos a la fatal desidia de otros tiempos…