O Patria mía Venezuela, no importa que te hayan destrozada el alma,
que te hayan encerrado en la más profunda de las mazmorras, que
intenten borrarte hasta del mapa, para sustituirte por otras patrias
imposibles; no importa que te hayan cambiado el nombre, lo que es una
forma indigna de negarte. Nada importa todo eso: sabes sin lugar a
dudas, que cada venezolano lleva tu nombre tatuado en el pecho y
clavado en su corazón. Venezuela… ay mi Venezuela se oye murmurar
por calles extranjeras en tierras donde no brilla el sol en invierno y
entume las caderas.
No importa el insulto, la ofensa, el haber desparramado las
familias por todos los espacios de la tierra: hay un hilo sutil que
nos une y reconforta por encima de los mares y debajo de los suelos.
Venezuela, patria mía, ten por seguro que un día nos reuniremos todos
los hijos que nacimos sobre esta misma tierra de promisión y promesas
múltiples y verdaderas.