Nadie Vende

Nadie vende lo que construye con sus manos
lo que su esfuerzo le ha costado, donde puso
el sudor de su frente, de eso se hizo esclavo.
Si fué una casa la que hubo construido ladrillo
por ladrillo, untados con cemento, pegados

con saliva; si la siembra fué producto
de su esfuerzo, arando la tierra con
su propio arado, no querrá vender el resultado
preferirá comerse una parte y el resto

guardarlo, para peores tiempos esperados.
Yo ví hacer eso a Juan el campesino
a quien le dimos un pedazo de tierra heredada
de mi padre, para que la sembrara

y vendiera el producto para su peculio.
Tiempo después, en tiempo de cosecha
fuímos a ver el resultado de la argucia
y encontramos su ínfimo ranchito

lleno de productos hasta el techo.
No había vendido un céntimo;
sólo empujado por nosotros, vendió algo
en el mercado. Lo demás lo guardo

como un avaro y estuvo él y su familia
extendida, comiendo arepa y yuca frita
por casi un año después de la cosecha.
También, quizas por la misma razón, esa
del humilde campesino, fue mi padre

incapaz de vender de buenas a primeras
la casa construída en Santa Teresa
por él, ayudado por mi madre, maestra
de obras de la nueva casa y jefa

de aquella turba de galanes empeñados
en construir una nueva casa para ella.
La construcción sustituía un ranchito viejo
para reemplazarlo por una gigantesca

casa si la comparamos con el ranchito
para él y sus hijos. Dejó por años esa
casa al cuidado de una joven amiga nuestra
y el perro al cuidado de la casa. No pudo
mi padre prever una tragedia: el perro
se murió de la tristeza de verse abandonado
por sus dueños, a pesar de sus protestas

a ladrido herido que se oía desde el río
hasta la misma puerta de la casa. Cuando
al fin decidió venderla, casi la regala –
era preferible a recibir dinero por la casa.

Yo por mi parte no puedo decidirme
a vender mis libros y mi biblioteca
que los fui comprando pieza por pieza.
Cuando a veces lo pienso, los reviso

los releo y me arrepiento de la venta.
Nadie vende el producto de su esfuerzo
prefiere amontonarlos en una vieja pieza
aunque le caigan termitas, gorgojos

sapos y culebras.. Exagero? No lo creas
Pasa adelante, si quieres, y observa
ese montón de libros que hay sobre la mesa
y otro montón adentro de la pieza.

Ayúdame tu a decidirme si vendo la biblioteca.
los libros, el mueble que la alberga
o si al final a pesar de los dineros necesarios
me quedo con ella, los libros y la biblioteca

Y los sigo leyendo pues me sirven
de consuelo a mi tristeza, son mis
únicos compañeros en esta soledad
que me agobia y me llena de tristeza.

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