El hombre siempre está eligiendo algo:
un dios, un presidente, un alcalde;
la mujer con quien debemos casarnos
el palo donde debemos ahorcarnos sino
a uno solo, seguramente a todos los culpables
de este desaguisado. Siempre apostamos
a ganar pero después debemos esperar a saber
si hemos perdido o hemos ganado. A veces
es mejor perder que ganar, pues al perder
hemos ganado la oportunidad de haber
recuperado lo perdido. Retruécano que habla
de lo inestable del destino.