PERFUME DE GARDEL

Tienen todos los tangos viejos un aroma irresistible, es como un
perfume que siempre nos recuerda algo – y pronto sabemos qué y cuál
es el recuerdo, porque cada tango y cada canción está unida en la
memoria a un recuerdo cierto y certero. Algo feliz y suave sucedió,
estuvo unido a la canción y la canción en el alma es ella misma el
recuerdo y la obsesión. Pasa con los tangos de Gardel y los cantados
por él: los oyes, y es como si los oyeras por primera vez. Canta muy
bien ese muchacho del abasto, comenta uno; no es nada, cada día canta
mejor, ratifica otro, y la muerte indecisa se retira por otra vez
para dejar oír la voz que embruja tanto como la voz de Gardel. El es
el porteñito siempre con ganas de volver a alguna parte, aunque no haya
salido nunca ni de la vida ni de la prisión que guardó alguna vez sus
huesos. Nunca estuvo preso Carlitos? No se sabe, es verdad, pero no
sería raro que lo haya estado quien empezó a cantar letras sucias en
sitios inmundos de la ciudad de entonces, puerto como todos los
puertos, ambienre de bajas pasiones y altos ideales…

Pero, como todo en la vida, cuando empezó a disisparse el olor de
Gardel, surgieron otros, con igual valentía, componiendo y cantando
tangos violando las sagradas escrituras dejadas por Discepolin.
Discepolo era su nombre, porque decía lo que todo el pueblo queria oir
y cantar y sufrir y vengar.

Lo sienten ustedes?

Espero que esos perfumes impregnem estos versos, y cada vez que
sean leídos, el lector aspire cualquiera de los dos…

Cambiaron el ritmo, la tonada, la letra, la hicieron más
esperanzadora porque las originales sólo hablaban de muertes u
traiciones. Muchos dijeron, pero eso no es el alma argentina. Y no lo
era, habían olvidado que Buenos Aires no es Argentina, era única en
razón de su existir y permanencia. Lo comprendió el inolvidable
Piazzola, o Piassola, hijo de italianos como todo el mundo en esos
barrios bajos, y su perfume también llenó de pronto el tango. Hoy son
los perfumes del tango, uno el de Gardel, otro el de Piazzola.

LA FILOSOFIA

DE TANTO FILOSOFAR un buen día, el buen filósofo resolvió no
hacerlo más, y no pudo más. Se dijo: por qué no seguir haciéndolo?
Contestó su otro yo, Porque ese es tu oficio, igual que el mío. Está
bien, dijo. Pero no lo dejó, al final. El día en que el bendito,
decidió de un solo ramalazo no seguir en esa brega, quedó como quien
dice tieso, como quien se imagina, paralizado filosofado total,
anarquizado. La buena señora Sophia, hija de una Filosofía, proclamaba
a quien quisiera oírla: quién le dijo a ese buen viejo, que un hombre
viejo, cuando al final de su vida comienza sin querer a bien
filosofar, puede dejarlo cuando quiera y lo decida? Eso no le es
permitido a nadie!

Ahi quedó el viejito, destrozado, amargado como nunca había estado.
Murió como es de suponerse, pobre y amargado.

Esta la que sigue – será el final, colofón o moraleja o producto
final del buen filosofar. No dejes, una vez que comienzes, de
filosofar, no importe lo que te pueda pasar. Morirás rico y honrado,
rodeado de los tuyos, y en calma y santa paz. Amén por todos los
siglos venideros. Ahmon Ra!

UNO NUNCA MUERE

Uno, en verdad, depura la verdad, en realidad, nunca muere.
Permanece en el recuerdo de quienes nos amaron. Y el recuerdo sigue
ahí, seguirá ahí por el resto del tiempo conocido.

Y dicen los papiros que los recuerdos vivirán por siempre, así
como el amor y el dolor ya merecidos. Sólo desaparecerán los
recuerdos, cuando ya no quede nadie para recordarlos, y los
recuerdos, entristecidos por no ser recordados, se esfumaran en una
bruma prodigiosa.

Pero para sorpresa general en ese precisio momento será el momento
adecuado para todos los humanos irse,

Y nos iremos, y se irán, los que estuvimos recordados, los que no
nos recordaron, en una de introspección y libre el albedrío.

Se habrá cumplido el Omen, único de todo este universo, que quedará
por siempre y para siempre satisfecho.

PLATON Y EL TAXI

No estamos diciendo, válgame Dios, que Platón el filósofo griego salió un
día a manejar un taxi por esas calles de todos. No,señor. Tal
exabrupto, además de ser una inocentada, es una ofensa a la
inteligencia de nuestros lectores. Nada más lejos de la intención de
un humilde escribidor de cuartillas. No se trata, en fin, de ver a
Platón manejando un taxi por las calles de la ciudad. Es un pasajero
en un taxi manejado por un humilde conductor, pero, quiŕn hablando de
la situación del pais, razona en la más pura línea de la lógica
platonica, dejando asombrado y abismado al pasajero. Y piensa el
pasajero ocasional, cuál es la calidad de la catástrofe sucedida para
las mejores medidas de supervivencia, para que un humilde conductor
taxista conozca y aplique con la exactitud y rigosidad de un
científico filosófico, platónico y kantiano.
El pasajero distraído, quien echa este cuento ahora a unos
contertulios en su casa, a pesar de pensar lo mismo cual piensa el
taxista, confieso no dominar la lógica como cuando tenía veinte años.
Usted, es lógico? Críptico? Genealógico? Numismático?
Debil… mental, acaso? Agáchese, le van a dar su merecido papirotazo,
y no precisamente con un papiro, sino con una tremenda, espantosa,
laja de piedra pulida. Así es la vida. What, me worry? Nein, nein.

UNA MISIVA INESPERADA

La joven vacila trémula, la carta entre las manos. Duda en abrirla,
si la abre o no – cuestión de vida o muerte. Puede ser, como de si poder
tratas, aquellas palabras tan esperadas del hombre a quién amaba, y
quién debería contestar si él también la amaba. Pero, en el mejor de
los casos, Dios me salve el lugar de algun ser querido muerto en
lejanas tierras, a quien quiso mucho y seguirá queriendo a pesar del
tiempo y la distancia.

Puede ser, por que no pudiese ser, haber ganado el Premio Primero del
Concurso de Cuentos enviado al Concurso Nacional de Cuentos, al cual
había optado, o al Premio internacional del Cuento de la
Editorial espanola Betaguara. Tiembla su mano y todo su cuerpo ante tal
posibilidad, la cual le abriría inmensas posibilidades – una
carrera literaria de gran envergadura.

Pero no. No estaba de Dios que eso sucediese. Era finalmente una
felicitación por su cumpleaños olvidado, enviada por el amor de su
vida. Lo llamó por teléfono. Salieron juntos. El amor brilló como el
sol ese día: esplendoroso.