Adela

Quién te dijo, muchacho del carrizo
que yo estaba anoche en tremendo vacilón?
Pues, querido papaíto, me lo dijo mi tía Adela
quien te vió cuando tú le entrabas con mucho

entusiasmo a la cuestión. Pero díme, tu tía no
te dijo que ella era la cuestión? No, ella es de
lo más reservada ; no quiere enlodar mucho su
reputación. Mucho? Quiere decir que la enloda

un poco nada más? Yo no sé, papaíto, no sé nada –
soy inocente de toda intervención. No te dijo Adela
por ventura que me vieron manejando el auto
de ella? Confirmo my dear papa, te robaste el auto

donde justamente la llevaste a la escena? No, no me
he robado nada, . Quieren desacreditarme ahora que soy
Presidente de Venezuela, cargo en el cual uno se roba
lo que quiere, cuando quiere, donde lo pongan, donde

haya. Está bien, papa mío, voy a ser tu cómplice – por
eso tengo tan buen maestro en esa escuela de ladrones
en la cual se convirtió cierto partido que no quiero nombrar
por miedo a que me expulsen de la escuela!

El Regreso

Nunca fué tan cierto el dicho Morir es partir un poco
pero, agrego, no un poco, sino morir del todo, morir
bien muerto. Por eso, cuando me fuí del pueblo, mi
pueblo, me quedé bien muerto. Todavía sigo muerto

a pesar de todos estos años. Volveré a vivir cuando
vuelva a mi pueblo, a sus días muertos, a sus días
tristes, a sus días alegres de diciembre y enero.
Yo quiero ser como Jose Antonio el bueno, quien

se fué un día a la lejana Suecia tras un sueño
tras unos hijos que su sueño se les fué con ellos.
Vino algunas veces, fugaces como estrellas,
pero eso no cuenta para contar este cuento.

Volvió un día, regresó a su pueblo y los pueblos
cercanos para mayor alegría; después de recorrerlos
volvió a Caracas, se acostó en su cama, se quedó dormido
para siempre.

En silencio. No le dijo a nadie por qué había vuelto;
yo sí lo sabía, me guardé el resto, me acosté en mi cama
y me quedé dormido. En silencio.

Por Quererte

Por quererte me he vuelto un guiñapo;
un derelicto, restos de un naufragio
de un barco a la deriva, de un terreno
desolado, sol marcado, luna en desdichado.

Por tí me he perdido; no me han encontrado.
Un escuadrón de salvamento suizo
que en en demostración había viajado
a los países demostrados a enseñar cuáles

eran sus tareas, envió un perro San Bernardo
con un barril de cerveza amarrado a su pescuezo –
me busca hace ya meses por los montes de Ubieda
sin haberme podido todavía encontrar. Qué dices?

Que no existen los tales montes? Que son un ar-
tificio de mentes enfermas, sin ningún oficio?
Buen oficio te buscaste, de mentiroso tanto como
miente un carretero: si le preguntan donde queda

el próximo pueblo, dice: Allí mismo, al voltear el
próximo árbol. Pero el próximo árbol queda como
a cien kilómetros del sitio donde le he preguntado.
Dejen que ese bendito perro me encuentre. Va a saber

lo que es bueno, una tunda le daré que la recor-
dará por siempre – Yo lo que quiero es quedarme
perdido para siempre, con un perro, un barril
de cerveza, y la mujer que ví en la casa del tío.