Era un gran pensador tan profundo, pero tan pprofundo
que lo que salió a la superficie no se podía tocar.
Era un luchador tan altos ideales que por lo que luchó fue
tan bajo que no hubo nadie por quien luchar. Y se quedó sólo
entre el gentío que acudió a su lucha en el Coliseo ideal.
Era un émulo de Platón, de tal altura, lo que bajó a la llanura
no se podía destapar, tal era el olor que se salía
por las orillas de ese producto singular.
Era un creador tan sano en sus creaciones
que el parto del producto fué un parto de
los montes y su alegría fue triste algarabía
en los llanos de Apure y a las orillas del mar.
Fué un joven de exquisitos modales, aspiró que
su hijo lograra superarle en su afarlo, en su afán
de ser mejor que su padre; lo que salió fue un patán
pandillero y matagente, para más detalles.
Será un hombre honorable, dictaminó la comadrona
cuando sabiamente examinó al recién nacido. Hoy lo vemos
de dictador egregio de un pequeño país tropical; muy
cercano al sitio donde se escriben esos ideales.
Será en verdad un destino alegre? Será un destino amable?
O será un destino desechable y habrá que desarrollarlo como destino?
Serás un gran hombre, le escribió su tío, hermano de su madre,
en un libro de literatura que regaló al infante cuando su genio
despuntaba entre breñas y zarzales. Todavía se pregunta el tío
desde su tumba, qué te pasó, sobrino mío, que hoy no te conoce
nadie? El hombre ya de cincuenta anos no pudo contestar, la pena
lo dejó mudo, sin habla, sin ideales. Hoy vaga por los montes en busca
de aquel hombre, que iba a ser, que no lo fué, que ya no lo será.
Y llora amargas lágrimas, y saborea el fracaso con que castiga Dios
a algunos de esos mortales que abundan más de lo que El hubiera
querido por esos mundos que El creó cuando estaba en sus cabales.
Hoy está loco. Dios está loco, pregonan los canales de televisión de
este régimen miserable.