La Carta

La carta es un objeto milagroso: cura los males,
devuelve la esperanza, suaviza los dolores.
Qué otra cosa, que una carta, no quisiera
recibir quien pretenda una vida, un amor, un dolor?

El director de orquesta en el ensayo general, bajó la batuta,
y sin más disputa, se dirigió a su joven primer violinista:
Qué le pasa, mi querido amigo? Tiene cara de tragedia
y no hay tragedia que no pueda tener adecuado remedio!.

No es grave, pero si embarazoso. No vergonzoso, pero
muy curioso. No puedo leer la ultima carta que me escri-
bió mi amada, en respuesta a la última mía que le envié
hace días. Cómo es eso? Preguntó el maestro. Si usted

puede leer música, puede leer cualquier cosa que ella
le haya escrito. A ver, déjeme ver, si yo puedo leerla.
El joven le enseñó la carta. El maestro con sorpresa
exclamó: Con razón! No puedes leerla porque no hay nada

escrito en ella. Pero déjame ejercer mis dotes de adivino de
problemas de jóvenes amores, Le has vuelto a escribir? Sí.
Te ha contestado ella? No. Entoces, mi querido y apreciado
amigo, mi sentido pésame. Esta es sin duda una carta de despedida.

Lo que hay escrito es: “Adiós para siempre!” Al
ver el llanto derramado a raudales por el desencanto,
el maestro, piadoso, le dijo: Te daré otra oportunidad
joven amigo. Tomó un papel de música que tenía en

la mano y en blanco: escríbele tu también una carta
en blanco, pídele que vuelva, que tú perdonas sin que
ella tenga que arrepentirse. Así lo hizo. Hoy celebran
sus amores reanudados, el joven violinista y la espectadora

asidua de los conciertos de la orquesta cuando el joven
tocaba el solo de violín del Concierto de un
músico polaco. Colorín, colorado, este cuento se ha
terminado. Y terminó bien, por Dios, como
debió ser, y como debió haber terminado!

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