Si uno pudieze desaparecer de pronto, sin que nadie se entere – en un
momento, vivir y al momento siguiente, la nada, el desencuentro, la
ausencia. Ya no se está donde estabas, nadie se da cuenta, la vida
sigue igual que hasta el momento. Saben ustedes cuánto dolor, llanto y
lágrimas, cuanto dinero ahorrado en ceremonias inútiles? Estar vivo ahora
y no al siguiente momento. Por qué recóndita razón, aún notando la
desaparición física de un ser querido como algo doloroso, obviar
manifestaciones extrañas, las cuales sólo dejan paradójicamente, más
dolor? Largas ceremonias, escaramuzas casi siempre, asegurando el
recuerdo? Si de todas maneras será recordado hasta que como siempre el
tiempo vaya sanando esas heridas espirituales. Porque rezar
diariamente por la salvación de un alma, si seguros no estamos de la
existencia del alma ni si hay algo de que salvarse. Salvarnos
debemos, sí, pero de las maldades de este mundo, y para ello no es
necesario morirse. Basta con la voluntad, como para tantas cosas. Sobre
todo, más que todo, nos liberamos de algo verdaderamente satánico:
los pésames de todo el mundo, familiares incluidos, amigos y enemigos,
desconocidos todos aquellos a veces manifestando un dolor que no
sentimos.
Mejor es no morir, compañero. Te lo digo yo, el inmortal, quien
también vino a dar su pésame. Cómo pesan los pesames! Quiténme ese
peso de encima. No dare más pésames. Excepto éste, naturalmente, y
los que vengan después.