HISTORIA DE LA MAYOR TRAGEDIA PRESENTIDA

Contada para mayor detalle por el único sobreviviente, Yo, el supremo,
Agustín Roa Bastos, paraguayo guaraní de pura cepa, autor de la obra
similar “La Revolución de los Azules”, del guión de la película,
director de la misma, de la adaptación al teatro, novio de la madrina
del equipo Magallanes, amante de la princesa Carolina, campeón de
natación de la nación más poderosa del planeta! Al menos, eso dicen
ellos – falta ver qué dicen los demás.

Faltaba más, mi negra linda! Y la negra linda mueve la cadera,
inicia su tumbao, aparece la Banda tocando por el lado izquierdo del
escenario, la pachanga se agrega, el Perez Prado y puja el pujido
cataclísmico que aun hoy lo caracteriza. Mambo!! Grita a la
marinería, la chiquillería y el Chimborazo, el Caracazo, el Carajazo,
la carcajada y la jacaranda. Qué risa, caballeros, qué risa! Ni la
del país cuando salía el Presi bigotudo a decir misa por la tele! Qué
ni qué tele! Era un dele que dele, manteniendo en vilo al país y a la
negra cariñosa que andaba as always repartiendo cariño, carantonas,
mariajuanas al granel! Fidel, Fidel, duro con el gringo, duro con él!
Y Fidel muy sonreído se ponía duro como siempre con el Gringo, con el
Pana, con el Che, con el Cienfuegos quien andaba por ahí encendiendo
fuegos para quemarlo a él, al Fidel, al Comandante Eterno, Líder el
único, el incommensurable, incontrastable, contradictorio,
valetudinario, Contrarevolucionario!

Cómo dijo, Cómo dijo! Eso sí es inaceptable.
Al paredón! Y ahí marchan los cadetes, en correcta formación, rumbo
al paredón y a la muerte segura, seguramente segura de toda seguridad.
No va a quedar nadie para echar el cuento, le dice Celia. No importa,
lo echaré yo, el Unico, el… No vuelvas con ese arroz con mango, mi
querido amor, te vas a corromper! Y se queda callado quien nunca se ha
podido callar, La Celia, la mujer, es el único personaje que puede
hacer callar a un hombre, su hombre y todos los hombres del mundo!.
Así es, así mismo es, grita la jardinería.

Pero, amigos radiooyentes que hoy nos escuchan, mañana quizás no,
dependiendo de la brisa y el jamón, no es a este galimatías que
hemos venido hoy. No? No, qué va! O hemos venido a contar como nadie
ha contado la verdadera historia del monje loco – no, eso tampoco. A
contar la verdadera historia de una tragedia presentida. A eso
vinimos, y a eso iremos en un momento, a contar el cuento más
sospechoso de este mundo cruel en que todos vivimos y todos moriremos.
Siéntense, pónganse cómodos, enciendan un cigarro, tómense un café,
sienten a una chica en sus rodillas, pero hasta ahí no más, eh? Ojo
ojo, piojo, que la noche es larga y la ocasión propicia. Arranquemos
pues el velatorio. Es necesario de una vez? Quizás sí, o no, pero es
mejor prevenir, no es así, mi chévere doctor? No hay respuesta, el
doctorísimo se ha ido a Master.

Bien, bien, no lo vamos a esperar. Ese buen medicastro tardará horas
metido en ese su laberinto de ahora. Más mejor, comencemos el relato
que nos trajo en alas de los pájaros hasta sentarnos en las
incómodas butacas de este cine. Mr. Radonsky nos tiene veramente
fritos en aceite quemado.

Sucedió pues, que un día todos los días, pero, precisamente ese
día, una pareja de felices enaamorados se hallaban platicándose al
oído dulces palabritas de amor sincero, sentados en sillas cómodas,
alrededor de una mesa cálida, donde humeaban muy gustosas dos tazas
de café. El hombre moreno claro, pelo castaño oscuro, y, qué raro,
ojos azules, infinitamente azules, indicativos como lo indica la
genética, debe ser el hombre descendiente de la etnia zulu o bantu,
procedentes del Africa del Sur. Raro suceso, no doubt. Pero más
asombroso aún: la mujer era negra, muy negra, retinta como la noche
más oscura de toda oscuridad la mas perfecta, y además, pelo liso, muy
liso, recogido en trenzas maravillosas. Quieren más? Les doy menos, lo
que queda para la identificación absoluta: unos ojos azulísimos, del puro
azul del cielo más azul que hemos conocido. Esos era, a no dudarlo
nadie, dos ejemplares de la belleza más absoluta desde los tiempos de
la Venus Afrodita, la pintura y escultura de las más celebres del
mundo. El hombre le dice, al oído, para no ser oído por oídos
curiosillos: debemos procrear un hijo nuestro, sin casarnos? Te
preocupa eso? No, claro es que está bien. Ese hijo debe ser producto
de la mezcla o unión perfecta de nuestros genes, dando lugar así, de
esa singular manera, a un ejemplar perfecto de la raza más
inteligente, la nuestra, la zulu bantu de nuestros antepasados
ilustres. Pero para eso, debemos acudir al empleo de la ingeniería
genética, ya capaz de hacerlo todo, y el hijo resultante será en su
totalidad genial, un ejemplar o espécimen de la más pura raza, la
nuestra. Nuestros descendientes serán los únicos sobrevivientes sobre
la faz de la tierra, los otros desaparecerán del todo por la
degeneración de todas las razas. Ella, convencida, muy alegre, iba a
levantarse de la silla cuando una voz poderosa se hizo oír por los
parlantes que rodeaban la plaza: Atención, ciudadanos! La voz iba en
aumento y se oía dedesperada. Una tragedia, la mas terrible de las
tragedias se ha cebado en el cuerpo herido de nuestra digna Patria! Una
horrenda aguada, toneladas de agua bajan con la más extraordinaria
fuerza que puede adquirir el agua cuando desciende del cerro a
velocidad extrema, está arrasando en estos precisos momentos el litoral
central. La masa de agua está barriendo, como si fueran insectos, las
casas, edificios, avenidas y todo lo que encuentra a su paso,
arrastrando rocas, edificios, casas, hombres, animales, enseres
domésticos, autos, palos, palmeras, arenas hacia la playa – y al borde
mismo de la playa bebes de meses, niños de pocos años, sólo unos pocos
infantes sobreviven y son rescatados por un destructor de la Armada
venezolana subiendo los niños a bordo – pero oh maldición gitana, dejan
a sus madres en la arena! Quién, por todos los Santos del Cielo y los
diablos del infierno, dió tan malhadada orden? Dicen que fué una
mujer! Y madre, ella también! Por desgracia era cierto. Esa infernal
noche docenas de niños de todas las edades perdieron sus madres y
ellos su vida en la oscura noche de los desheredados de la suerte,
Aún hoy, décadas después, ignoramos todos su paradero, menos para su
deshonra y desgracia la comandante que dió esa noche la orden más
descarada de nuestra historia. Que mil maldiciones caigan sobre
ellla? No, para qué? No tiene sentido, La maldad tampoco tiene
sentido. Perdón para ella entonces, paredón para los que cumplieron
esa orden la noche de los mil demonios desatados.

La pareja llora mientras oye las noticias. Deciden, sin decírselo
escapar, escapar, del país si es necesario. Pero no iba a suceder, el
Destino no lo dejaría. Comenzó de repente a oírse un ruido
terrible, el más terrible conocido jamás por oídos humanos – el del
comienzo de la creación del mundo, placas tectónicas
ancestrales moviéndose bajo los pies de los presentes, y el movimiento
lo sentían todos aterrados, y todos oían el pavoroso estruendo, y el
terror aprisionó las mentes y las manos. Horror de los horrores. No
hubo tiempo para siquiera mover un dedo, de inmediato el movimiento de
ondulación sacudió los cimientos de todas las construcciones, Todo
comenzó a desmoronarse como si fuesen castillos de papel y
paredes hechas de endeble catadura, Poco a poco, todo ser viviente,
toda torre, la plaza, las arboledas, avenidas y calles se los tragó
materialmente y de una sola engullida, la tierra en revulsión. Esta vez
va en serio, dijo alguien, mientras caía al abismo. Y en serio fué al
fin y definitivamente desapareció en momentos toda la franja
litoral central, la autopista, todo el abta de Caracas y luego la
ciudad entera, en una implosión que se recordaría por todos los
tiempos al final de los tiempos, y aún después de ellos. Al norte de la
Cordillera, de la Costa hundido y perdido para siempre! Debió ser
ese el Destino reclamado? No, por supuesto que no. Hubiesen bastado las
simples medidas preventivas para evitar la catástrofe pero es mucho
pedir al Hombre que sea previsivo. Nunca lo ha sido, dirán quienes
deban decir algo.

Parecería a muchos de ustedes que la vida no volvería a renacer
en esos sitios macerados por el fuego de las entrañas de la Tierra.
Pero, y es un gran Pero, la vida siempre ha resistido a
quienes pretenden borrarla del planeta. Jamás lo conseguirán. La
resiliencia del germen de la vida es hecho varias veces comprobado. Y
una mañana, feliz, por entre las ruinas, brotó una flor. Una flor! Gritó
el viento y lo celebró batiendo sus sonoras bandas. Una lombriz asomó
su naricita calentada al sol, una hormiga asomó sus antenitas, una
mariposa maravilló al sol con sus colores amarillos semejantes al
sol. Y la vida continuó sin apuro y sin enojo, rumbo seguro al
inmortal sendero.

Por supuesto esto no sucedió. Están ahí, todavía por un todavía
que será muy lento en volverse vida, las ruinas del Macuto Sheraton,
como antes de los pisos superiors de la Mansion Canaima, como antes
las de los edificios de Los Palos Grandes, como antes las producidas
por el terremoto del cuatricentenario de Caracas, como antes la del
Terremoto de 1812. La misma historia, caballeros de la Tabla Redonda
pero en diferentes sitios. La condena de Caracas, condena eterna de
obligado cumplimiento quién sabe por cuál pecado cometido, del cual no
conozcamos nada sus habitantes.

Ahora, señoras y señores, Herren und Damen, váyanse a sus casas,
están de seguro hastiados de tanta ignominia. Acuéstense en sus
cómodas camas, amen a sus bellas mujeres, que las caraqueñas tienen la
fama muy merecida. Y los que no quieran hecer eso porque no podrán
dormir, conduzcan de nuevo sus autos por la autopista de La Guaira,
muy mal renovada pero dá paso, y lleguen a la playa del Hotel
Guaicamacuto – el nombre original después Macuto, luego Macuto Sheraton.
Allí, escojan la piedra más grande y blanca que allí esté, siéntense
a su sombra, escuchen lo que el mar les cuente, conmovido, como fué
esa terrible destrucción. Ustedes lo oirán y junto con el mar
planificarán la reconstrucción, en primerísimo lugar del malecón,
después puede venir lo demas. Pero el malecón es primordial: por allí
pasearemos a los niños todas las tardes.

Lo que será, será. Lo que ha de ser, será, por los tiempos que
vendrán, que serán, indudablemente, mejores, los mejores de todos
los tiempos por venir. Amén! Amén!

DIOS PROVEERA!

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