EL MUNDO DE EDMUNDO Y LA RAYMUNDA

El mundo en el cual el Edmundo y la Raimundda transitan hoy
por senderos olvidados, es un mundo de erráticas palomas, poesías sin
escribir, largos, larguísimos ratos de un ocio sin medida. Pasan
los días y las noche sentados en el porche perdidos en un mundo de
sombrías incursiones, recuerdos de hechos de desagradable sabor,
resistidos sin medida a ser olvidados, amargan, embargan de dolor,
aúpan el pavor y al final, desaparecen sin dejar huella para
volver a aparecer un Segundo después. Parece que no se van a acabar
nunca esas imágenes malditas, murmura el vejestorio, con olor azufrado,
extrañado de oler así, pues el recuerda- y eso lo recuerda bien – que
ese olor es de su compadre el Diablo, todas las Diablas y la corte de
los milagrosos milagreros, sabandijas, cucarachas, mendigos, carteristas,
mendicantes, truhanes, proxenetas, piretas gordas y flacas, monos
disfrazados de lombrices, perdices cantando como sapos, sabios que
no saben nada, ignorantes que lo saben todo. El mundo de Edmundo y la
Raymunda es en resumen un mundo nauseabundo y ostentoso, fachendoso,
ochentoso, famoso cual melcocha de mi pueblo.

Qué melcochas, amigos, qué clase de melcochas! Qué textura, sabor, excelencia
pura! Pero dejémonos de vainas, dijo el cura y sigamos en la propuesta
que traíamos! Hablábamos cuando fuimos interruptos por la chusma de
corruptos que hoy nos degonierna, del mundo de Edmundo y la
Raymunda. Es verdura, pero no apio. Hablemos para más mejor
hablar, del mundo de Raimundo! Momento, caballeros! Párenme eso, ahí
mis mohicanos! Se trataba de Raimundo, no de ninguna Raymunda, pues
paréceme a mi menda que se trata de la que más abunda por todas estas
tierras: la Inmunda! Aplausos, risas, cuchifletas todas en
gran alarde vocal de pasantía. Ahí, mi caballo! Grita la
Marinería, la Carpintería, la Utilería, la Jardi Mezzosoprano, quien ya
con sus gorgoritos animaba el evento. Un negrazo adelanta un pie,
retrasa el otro, levanta el brazo, apunta con su dedo índice al
cielo, e impreca con voz estentórea pero medio aguardientosa, o mejor
decir, aguardientosa y medio: Falta uno, el más importante, Yo, el
Supremo! Y adelante un paso al frente, dos a la izquierda , uno a la
derecha y luego tres al frente. Yo me llamo, en realidad, Hernando!
Otro más para la lista , dijo el mismísimo Cuervo, lápiz y papel en
mano. A este paso, se acabaran los mundos y no terminaremos de nombrar
a todos esos pendejos candidatos! Y en un decir Jesús lanzó lápiz y
papeles al aire, el viento presuroso los llevó a donde las buscavidas
permanecían de guardia desde días anteriores, y a cada una le tocó su
mundo y su Don Abundio y su Mister Floripondio.

El resto, hombres y mujeres alike, íbanse en un minuto a marchar
del sitio, en correcta formación. Mientras en un pienso, comenzaban
la alineación correcta, oyóse la Voz del Amo, digo, del Cuervo.
Momento! Caballeros, sólo úno! Graznó el cuervo y desde la rama del
abeto mayor, les dijo, y esto fué lo que dijo y hoy les comento:
Vayamos en busca del Tesoro Escondido, un Nuevo Mundo, mejor que el
nuestro, convertido por la obra y la desgracia de un jafarote
militar de puro buche, mucha pluma, pero nada en el pico, en un
mundo de porquerías infamantes! Pronto, mucho muy pronto debe caer el
Bigotudo, pero mientras tanto, hagamos lo debido: vayamos en bote
presurosos, a buscar el mundo prometido, allá, mas allá, de nuestras
indefensas e inexistentes fronteras! Al Norte Helado, donde siempre
hemos ido y al parecer estamos condenados! Y una flota de pesqueros
de todos los tamaños, tipos y formas como quieran, zarpó de La Guaira
un día hacia el Mar Caribe, pasó por el Mar de la Felicidad, zarpó
en el malecón por breves minutos, durante con sigilo y dormidero de
los guardias de turno, a bordo subió un grupo de mulatos de gran
alzada, sin armas, rostros muy bien afeitados, y uno que parecía ser
el Jefe, les dijo, avisados, mis muchachos, no se den a conocer a
nadie, esperen bajo cubierts y salten al llegar al Puerto de Nueva
York. Ah, dijo el Cuervo, el Norte Helado de la quimera de todos los
venezolanos, hasta de los enemigos del llamado Imperio!

Bajaron todos, entrevistaron autoridades, recorrieron calles y
avenidas, teatros y centros de consumo. Esto está muy bien, parece
servir, pero, también hay ciertos signos ominosos, queda aún un
rescoldo de discriminación racial. Hoy! Por Dios el Santo! No.
De allí, volaron a Los Angeles y San Francisco. Lo mismo: pareció
ser conveniente, pero, siempre el pero, demasiada mariquita por las
Plazas y las calles, hasta dentro de la Catedral de la Ciudad, llamada
Notre Dame. Pavarotti tuvo que aguantar uno de esos birolos la noche
de su resonante concierto de Navidad en la inmensa y bella Catedral.
Nada, el Cuervo dixit, sigamos nuestra búsqueda. Vayamos ahora a
Toronto y Quebec, zonas de mítica referencia por todos los visitantes
quienes por allí pasaron, Esta vez, por tierra, avanzaron a paso de
casi derrotados los migrantes y una vez llegados, qué hallaron:
discriminación otra vez, pero de la lengua francesa por la inglesa.
Quien no hablase francés con la dicción perfecta, no era bien
recibido ni atendido en restaurantes o negocios ni hoteles, Tenía
sencillamente que marcharse del país. Curiosamente, uno de los mas
fervientes propulsores de la secesión, fue el General De Gaulle,
quien atreviese en una visita de Estado, a pronunciar en publico con
esa voz de Jupiter tonante que poseía, “Vive le Quebec livre!” Y el
aplauso nó lo dejó continuar.

Qué remedio nos queda? Preguntó entristecido el Cuervo, sino
continuar la saga? Y emprendieron viaje rápido a la capital de un
continente llamado Islandia, muy frío, pero con mucho calor en los
corazones, tierra donde reinaba y reina aún la ma grandiosa forma
de la Paz, con mayúscula y acento en la a. Revisaron ambientes,
sembradíos, fábricas, acerías, reuniéronse con las llamadas fuerzas
vivas, compararon estadísticas: ni un muerto infantil ni materno,
ni una enfermedad infecciosa, nunca la hubo; promedio de vida 100
luminosos Abriles. No podemos pedir más, comentó el Avechucho, y allí
quedaron, sembraron raíces, aprendieron el idioma que creyeron al
comienzo inaprensible. Adaptaron otras raras, y extrañas formas de vida
y costumbre, ingresaron a otra fé que no la de sus padres. Pero la
recompensa sobrepasó todas las esperanzas. Una vida plena, satisfecha,
pacífica. Los hijos al fin encontraron donde crecer sin miedo y sin
apremios. Atras quedaron muchos, es cierto, en la patria y por los
caminos del olvido. Ni remedio. Eran los daños necesarios.
Pero para los que llegaron se abrió el camino de la esperanza, el amor
y la vida eternal, junto con el amor del sol que para todos brilla
sin excepcion ni impedimento.

Solo el líder temporal del Nuevo Exodo volvió a Caracas en vuelo
rasante de horas solamente. Iba y fué en busca del Tesoro Escondido
en las bóvedas del Banco Central, en las entrañas del enemigo. Mejor
lugar ninguno. Nadie del Gobiernito pensaría jamás que los recursos
en dólares están bajo sus mismas narices. Al Cuervo le abrió la
puerta uno de los directives principales del Banco, Federico Maza
Zavala, hijo del gran Domingo Efe. De allí, llevó las pacas de
billetes en transporte blindado conseguido y conducido por Federico
disfrazado hasta la esquina del Edificio La Francia, nido de joyeros
judíos, donde el más judío de todos los cambió por diamantes, de fácil
transporte, los cuales en apena un bolso, cabían millones en pocas
piedras preciosas, preciosas de verdad. El Cuervo, raudo y presto las
trasladó en su pico en vuelo por los mares hasta la capital de
Islandia donde convertidos de nuevo a dólares, sirvieron para gastos
iniciales de mucha gentte y mantenimiento por más tiempo e igual
número de personas, hombres, mujeres, niños. Nadie allí, como en
otras partes y otros tiempos, ningún venezolano pasó hambre ni lo pasó
en los tiempos por venir.

El Cuervo, un ave realmente entristecido, volvió al fin, a la
tierra de sus padres, y a la ciudad de su infancia el pueblo de Santa
Teresa del Tuy. Allí está todavía, rumiando sus recuerdos y sufriendo
del mal de amores por una bella pueblerina que un día le movió el piso
y por poco el ave no habría sido el héroe de esta leyenda.

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