A UNA PATRIA EXTRAVIADA

Que a lo mejor es la mía va dedicado este texto sin mayor algarabía
pero con corazón en la mano y cerebro en osadía.

O lejana y amada patria mía, mientras más lejana más amada, donde
están hoy, pregunto sin nadie responderme, donde están tus médicos de
ayer, aquellos que por las tardes de un pasado no tan lejano,
ejercían su profesión, de manera gratuita? Donde por ventura los
parteros asistiendo parturientas a domicilio? Consta a quien
escribe este texto por cuanto nació en una habitación refugio de una
inmigrante judía sin poder hablar todavía el idioma, extranjera en
tierra extraña atendida como propia ciudadana por manos amigas y
médicos feria.

Hoy, patria amada y cercana como nunca, tus hijos más humildes
acuden en masa a tus hospitales públicos en solicitud de médicos,
medicinas y un gesto simple de compasión por el dolor que sufren. Y
qué encuentran? Nada, absolutamente nada! No hay médicos, ni para
una asistencia de emergencia, sólo enfermeras somnolientas sin
jeringas, algodones ni una simple inyección para moderar un dolor.
Y sabes qué? Le piden que compre y traiga las medicinas y los insumos
necesarios para atenderlo. Contesta e increpa: si apenas tuve
dinero para venir, no lo tengo para irme, y quieren que compre yo
lo que por derecho me corresponde? Ante la situación, un médico
rezagado en su marcharse a casa por no tener con qué trabajar, saca
de su bolsillo unos billetes, y le dice, cómpralos! Pero el
pensamiento es unánime en todos los presentes: esa no es una solución
al problema, la solución es cambiar para mejor las condiciones de la
gente de menores recursos.

Esta historia verdadera viene a cuento por cuanto un médico de
eesos acrisolados en el diario batallar por sus pacientes sin pedir
nada a cambio fue llevado a prisión de la manera más insultante por
haber recibido una donación de material y aplicada inmediatamente a
una paciente en la sala de operaciones o de partos. Pero preguntaran
algunos desaprensivos, cómo es posible una razón como esa para negarle
atencion a cualquiera que la necesite, pero más aún y todavía a una
mujer en trance de parto?

Esta vez, la cosa no pasó por debajo de la conciencia de las
sociedades gremiales. Creemos por primera vez la solidaridad gremial
manifestose en tal y contundente forma que el Gonierno no tuvo más
salida: lo libertó a las 48 horas, junto con el cómplice, un
sindicalista!

Qué va a pasar ahora? Quizás nada como siempre, quizás mucho como
nueva relacion entre los iguales. Confiemos y esperemos, es la
consigna, pero con la bandera libertaria lista para ser levantada.

Así será!

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