Caracas, cuando te nombro, tu nombre se vuelve canto. Es el canto de
Billo’s en un solo viaje, es la voz de Marco Tulio Maristany
cantándote bajo las estrellas, es la voz eterna de la serenata
caraqueña llevada de la guitarra de Andrés Cisneros. Es la música
de los más viejos cañoneros, quienes por las callejas de Catia cantaban
las canciones de aquellos tiempos felices que ya no volverán sino
en la voz de las victrolas. Caracas, la odalisca rendida ante el
sultán enamorado, el cerro del Avila; la de los techos rojos,la de la
eterna primavera.
Caracas, cuando te nombro, me devuelves tu nombre en las rejas de
tus ventanas, en los rostros de tus bellas mujeres, las más bellas
del mundo; cuando te nombro, Caracas, tu nombre es oír el galopar
de un hermoso caballo blanco, montado por un mantuano semidesnudo
recorriendo su hacienda por los valles del Tuy. Cuando te nombro,
Caracas, me estoy nombrando a mí mismo, nativo como soy de tí, en La
Pastora de mi primera infancia citadina.
Hoy, cuando escribo este texto, te nombro en la distancia,
prisionera como estás de quienes no te quieren ni te querrán nunca.
Pero estés segura, afina tu oído y oirás la voz de aquel caraqueño
de otrora: Juro que no daré descanso a mi brazo …