Las casas grandes parecen más vacías de lo que en realidad son.
Parecen ilusiones ópticas, corredores que se alargan y se pierden en
las sombras. Casas grandes que nadie visita, sólo soledades, aleros de
sombras, sillas vacías, camas sin deshacer, gatos bajo las camas sin
salir nunca, casas grandes sin perros que las cuiden. Casas con
paredes sin sentir el calor humano, que sólo desprenden frías
actitudes, vibras negativas, espíritus burlones. Casas de sombras
disueltas en más sombras, donde jamás llega ni un discreto rayo de
sol, donde nunca entra la luna, la luna voltea su cara y deja ver su
lado oculto tan negro como la negra noche y la negra fortuna.
Casas enormes donde parece no vivir nadie, porque no se
ven ni se prescienten. No se oyen voces ni murmullos, sólo una gota
escasamente en el tinajero cerca de la sala comedor, Ya hasta las
almas de los muertos huyen de las casas vacías. Casas vacías
convertidas en casas muertas, paredes destruídas, techumbres caídas,
hiedras y enredaderas trepan por las paredes, lagartijas somnolientas
en busca de un sol que se les niega.
Y al final, ay dolor, al final cuando nadie viva en ellas, secarán
sus raíces los árboles de la entrada, y poco a poco volverá el polvo al
polvo originario, y sólo polvo cubrirá la tierra donde una vez
estuvo, altiva, la casa de las Tapias de mis abuelos por allá por la
llanura infinita de todos los cielos.