Elogio de Mí Mismo

Gran conversador, eximio con tertulio
de cultura extensa y presidente de todas
las penas literarias que se forman en su casa
en el bar de la esquina, en la cola del último

autobús de la mañana. Donde quiera
que vaya lo rodean desconocidos
y viejos conocidos, por la fama que lo sigue
como perro al silbido que lo llama.

Cautiva tanto con su conversación
de estilo, que no exista dama que quiera
llevar un poco más allá la relación
pasajera, a la cama que le queda cerca

del lugar de la conversa y jugarreta.
Le ha pasado algunas veces, pero él
no lo dice ni lo confiesa sobre todo
a la esposa que se ufana de tener

un marido de tan bello desempeño.
Ella supone que las demás la envidian
Quizás tenga razón y la razón parece
ser el de ser el más culto de su barrio.

Con ese aspecto de viejo caballero
se le hace fácil hacer creer que es rico
que tiene mucho dinero, y puede
conceder todo lo que esas damas

le requieren. Pero detrás de ese
sorpresivo Don Juan de toma y dame
hay un ser solitario, ansioso de
agradar, pero a veces no puede.

Y ahí va, caminando por la vida
en los últimos dias de la suya;
esperando la muerte que libera
de compromisos, deudas y literas

reemplazándola por un ataúd de roble
tan fino como las aguas de Evian que
riegan las riberas del Sena parisien
mientras el gran río sigue su camino…

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