Los Tangenciales

Hace algún tiempo, cuando aún vivía el último presidente que tuvo nuestro
país, lo oímos alguna vez divagar durante horas saltando de un tema al otro sin finalizar nunca ningún concepto, por horas y horas, variables según el momento – entre 4 y 6 horas, y en una ocasión memorable, 9 horas al hilo sin siquiera detenerse a tomar un vaso de agua o ir al baño. Decían las malas lenguas – y la mía también por maliciosos que éramos todos – que el hombre usaba con el fin de lograr esa hazaña de sin igual resistencia corporal, usaba reservorios portátiles donde poder desahogar sus necesidades, como decían las viejas de mi pueblo. De hecho en una transmisión televisiva, un camarógrafo agresivo de un canal de televisión de orientación contraria al mandante, logró una toma desde atrás donde pudo verse claramente el adminículo que sujetaba su cuerpo. Esa era la razón por la que nunca lo tomaban de cuerpo entero en las tomas durante sus maratones oratorios.

Volviendo al cuento, para no caer en el mismo error que criticamos, debo confesar que algo me era familiar en todo este cuento. Algo que había quedado, como tantas cosas, en forma de sedimento en los mas recónditos recovecos de las profundidades del cerebro. Nociones elementales de una ciencia básica aprendida en los tiempos de un bachillerato juvenil. La noción de tangente y lo tangencial. La voz del profesor de Geometria resonaba en esas profundidades con eco persistente, explicando el concepto, difícil de tragar para algunos de los jóvenes estudiantes, de pocas luces, decía el profesor de antes. Tangente se le llama a la recta que cruza un círculo por uno de sus extremos; cuando cruza ese circulo por sus dos extremos (suponemos un ambiente tridiensional), la recta tangente pasa a llamarse recta secante. Secante? piensa uno, receloso. Debe ser que le quedó seco el cerebro al inventor del término.

Entonces encontró las similitudes que le llenaban la cabeza. El último mandatario se salía siempre por la tangente cada vez que hablaba en público, de allí las largas horas de discurso sin decir al final, nada. Su sucesor, el actual presidente en cambio, en vez de salirse por la tangente, se salía por la secante. Iba en su discurso, directo al grano, pero directamente equivocado. Lo que le salía eran unas burradas de ordago, motivo de las burlas más descarada por parte de sus oyentes y propios seguidores. Tampoco el otro se libraba de la burla, era la misma reacción pero por diversas razones

El cuento no termina aquí, pero debemos terminarlo, so pena de aburrir en extremo a nuestros amables lectores quienes han tenido la paciencia de leernos hasta aquí.

Tiempo de Elecciones

El hombre siempre está eligiendo algo:
un dios, un presidente, un alcalde;
la mujer con quien debemos casarnos
el palo donde debemos ahorcarnos sino

a uno solo, seguramente a todos los culpables
de este desaguisado. Siempre apostamos
a ganar pero después debemos esperar a saber
si hemos perdido o hemos ganado. A veces

es mejor perder que ganar, pues al perder
hemos ganado la oportunidad de haber
recuperado lo perdido. Retruécano que habla
de lo inestable del destino.

Too Late

Demasiado tarde, mi amor, llegamos a este baile
ya la orquesta se fué, Tommy Dorsey
se fué hace mucho tiempo, y su cantante
Frank Sinatra, también se ha ido, qué desastre!

Sólo queda la orquesta de relleno, Tito Puente
pero sólo la orquesta, Tito también se fué hace
algún tiempo. Vámonos, ya no podremos
bailar en este baile. Tendremos que esperar

el próximo, en el carnaval del Avila, donde
siempre es la cosa. Qué cosa, no? Que sea
ún sólo sitio donde las cosas sucedan!
Llegar tarde, como se sabe, es costumbre

muy venezolana. Para dar un ejemplo
ayer llegamos tarde a comer al restaurante
donde nos habían invitado. Cuando llegamos
nos dijo el Maitre d’ muy apenado, “Lo lamento
pero la comida se ha acabado.” Todo por culpa
de la señora a quien arreglarse el tocado
le lleva por lo menos media tarde. “Cómo

puede ser eso?” prootestamos indignados
Pero es que Usted no lee las noticias? No hay
comida, yo no sé donde la consiguen esos
desgraciados – o la acaparan o pagan

demasiado. En fin el hecho es el mismo –
no hay comida, vayan mañana al Mercal
que puede ser consigan algo. Y nos fuimos
a un sitio de comida rapida y nos comimos

una hamburguesa nueva que de hamburguesa
no tenía, materialmente nada. En otra ocasión
íbamos a una magnífica función de teatro;
yo quedé en buscarla pero de costumbre
llegué tarde. Ella cansada de esperarme

se fué a la casa del vecino, lo agarro por
el brazo y le dijos: Vamos nosotros dos
a esa función de teatro! Esta ocasión fué
ella la que se quedó esperando, dejándome
como ratón de panadería, lleno de harina
hasta los ojos, lo cual impedía que yo
viera lo que ella hacia con el vecino
después de la función del teatro cuando

se iban a seguir la función en otro lado.
La próxima vez que tengamos que ir a algún
sitio, sere puntial como un lord inglés en
calzoncillos, y así evitare que ella se vaya

de nuevo con el vecino. Qué sencillo
es ser un hombre respetado!

Demóstenes

Quiere Usted ser un gran orador
tribuno de excepción, de los que
salen en hombros después de un
faenón? Haga lo que hacía Demos-

tenes, orador de los buenos, griego
de nación, quien practicaba el oficio
haciendo un singular sacrificio:
perorar con la boca llena de piedras

y tratar que le salgan claras las ideas.
Si no puede, no debe preocuparse; nada
más oiga a cualquier orador de cualquier
asamblea de cualqesquiera nación

hay en el mundo para que vea que todos
hablan como si tuvieran en la boca piedras.
Así que vaya a su asamblea donde es usted
diputado y mándese con el discurso programa-

do aunque nada se le entienda.
De todas maneras no harán lo que usted
ha proclamado, lo que harán será burlarse
de su manera de hablar y de la propuesta
que Usted ha hecho con la mejor franqueza..

Mejor quédese callado. A nadie le interesa.

El Papagayo

En el sitio donde fué construido
el Centro Comercial Ciudad
Tamanaco, existía antes de ser
construido un campo despoblado

del mismo tamaño del Centro
mencionado donde los padres
llevaban a sus hijos a volar y ver
volar los papagayos en días

de verano, muy soleados. Las
condiciones del campo eran
propicias por tamaño y viento
soleado a ver el espectáculo

de ver volar papagayos. Y era
un espectáculo ver volar los
papagayos, y la cara de los hijos
cuando los volaban o veían

volar los mencionados. Hoy
sólo queda el recuerdo de un
acontecimiento tan sonado,
pero también viene a la memoria

otro recuerdo posterior y parecido:
el hijo mayor a quien llevaba el
padre a ver los papagayos, llevaba
ahora a sus sobrinos a lo mismo en

el parque situado en Providence
a las orillas del río. Pero estos
no eran papagayos parecidos
eran unas cosas raras, diseñadas

como era de esperarse por los
habitantes del patio: norteamericanos.
Parecían papagayos, volaban

iguales – pero no eran verdaderos
papagayos Sin embargo eran
papagayos!. No sé si uno puede
explicar tan grande ditirambo

Ahora le tocaba a los padres
en función de abuelos, y a los
hijos en función de padres o
en su lugar, los tíos. Era lo

mismo, se repetía el espectáculo
y eran maravillosos como los
primeros vistos. Aún guarda
el viejo uno de esos cilindros

que llamaban papagayos en
algún estante, si acaso no lo
cambiaron de lugar los poltergeist
fantasmas juguetones que les

encantaba cambiar de sitio todas
las cosas para hacer rabiar a los viejos
que guardan recuerdos de sus nietos.
Hoy día, cuando el viejo asiste

al Centro Comercial para alguna
diligencia, siente la presencia
de un niño que pasa corriendo tras
un papagayo. Es su hijo, y el viejo

se sonríe, solo, mientras los
viandantes piensan: De que picardía
se acordara ese viejo? Y no saben
que no es picardía, es algo de lo más

alegre y agradable como el tomarse
una cerveza fría en un día de verano
como aquellos días en que iban padre
e hijos a ver volar los papagayos.