QUE SE VAYA LA PENA DE NUESTRAS ALMAS

Que vuelva la alegría a nuestros corazones, cese el
llanto y aparezca la sonrisa, cese la opresión y llegue la ambición
de ser libres y jamás volver a ser esclavos. Que se abran mil caminos
por donde florezcan mil flores, que una alfombra de rosas espere a
los viajeros.

Ni una mancha, ni un cencerro, sábana abierta a los humanos en galope
tendido al sol bajo la luz. Que las sombras se disuelvan en el aire,
dando paso a la esperanza. Que el amor espere en un recodo los pasos
del caminante, siempre adelante por el rumbo de la felicidad
merecida. Que todas nuestras vidas sean tránsitos de luminosidad en
bandolera. Que seamos libres de escoger nuestro propio camino, vuelva
el honor, la fé, la amistad. No más discusiones estériles, no más
separación de las familias, no más muertos, no más niños en la calle
buscando el alimento, no al abandono de los viejos, como si fueran
materiales de desecho.

Volvamos a ser felices, lo merecemos todos, Por Dios que lo merecemos.

CUANDO TE NOMBRO, CARACAS

Caracas, cuando te nombro, tu nombre se vuelve canto. Es el canto de
Billo’s en un solo viaje, es la voz de Marco Tulio Maristany
cantándote bajo las estrellas, es la voz eterna de la serenata
caraqueña llevada de la guitarra de Andrés Cisneros. Es la música
de los más viejos cañoneros, quienes por las callejas de Catia cantaban
las canciones de aquellos tiempos felices que ya no volverán sino
en la voz de las victrolas. Caracas, la odalisca rendida ante el
sultán enamorado, el cerro del Avila; la de los techos rojos,la de la
eterna primavera.

Caracas, cuando te nombro, me devuelves tu nombre en las rejas de
tus ventanas, en los rostros de tus bellas mujeres, las más bellas
del mundo; cuando te nombro, Caracas, tu nombre es oír el galopar
de un hermoso caballo blanco, montado por un mantuano semidesnudo
recorriendo su hacienda por los valles del Tuy. Cuando te nombro,
Caracas, me estoy nombrando a mí mismo, nativo como soy de tí, en La
Pastora de mi primera infancia citadina.

Hoy, cuando escribo este texto, te nombro en la distancia,
prisionera como estás de quienes no te quieren ni te querrán nunca.
Pero estés segura, afina tu oído y oirás la voz de aquel caraqueño
de otrora: Juro que no daré descanso a mi brazo …

ADIOS A VENEZUELA

Hemos venido todos, amada Patria Nuestra, los que hoy nos vamos,
expulsados por el odio. Hemos bajado a la orilla del Mar por donde
nos debemos ir, con el corazón y las manos ensangrentados por la
sangre derramada de los que murieron por sus ideas y por tí, sin
pedir nada. Nos llevamos tu música para derramarla pot todos los
caminos a donde nos empuje la marea. Algunos no volverán jamás a
verte de nuevo – les tocará morir en tierra extraña, muertos de
nostalgia y doblados por los recuerdos. Otros quizás volverán, pero
ya tan viejos y cansados, que de todas maneras sucumbirán al poco
tiempo. La mayoría morirá afuera, respirando otros aires y hablando
una rara lengua.

La separación de los seres queridos es un dolor que no cesa , es
peor que la muerte porque es morir de a poco y sin poder siquiera
remediarlo.

Un día, a lo mejor, cesará este dolor, y nunca más las familias se
separarán y la paz reinará sobre los hombres de buena voluntad.

Adiós y hasta siempre, Venezuela. Nos veremos mañana.