El Sexo Está de Moda

El sexo está de moda, caballeros! Abran esa puerta, el sexo viene
caminando como Chencha, desde el fondo de la calle; no hay nadie que lo ataje
e impedir pueda su avance imaginario; apresúrense a montarse
en esa ola sexual que está ahogando al mundo con su esperma.

Pero primero, mis queridos querubines, hagamos una historia de
la moda, esa que tanto preocupa a industriales para poder seguir
ganando su dinero a raudales y sin ningún esfuerzo físico o de la
mente ni del cuerpo. Primero fueron los hombres prehistóricos:

quienes pusieron de moda la caza. No había troglodita respetable
que no tuviese en el balcón de su casa el trofeo admirable de un
pez de altura, atravesado por una flecha diestramente manejada –
era una cosa muy admirada por todos sus semejantes (todos eran

trogloditas en potencia.) Después, fué la moda de comer la comida
(había otros que comían otra cosa, pero era motivo de alegría; algo
había que comer!). Heliogabalo comía muchas veces al día al ex-
tremo de vomitar para darle lugar a la nueva comida, paso como lo

cuentan los chismosos del momento. Siempre ha habido chismosos
en todo tiempo y lugar – imagínense ese espectáculo, mis benditos
trogloditos. Vómitos viejos y recientes por todas partes y todo el día.
Ahora, anuncien las campanas, toquen las trompetas, las chirimias

y las chirituyas, no hay que ser egoístas, ha llegado su majestad El
Sexo, y está reinando todavía. Las actrices de Hollywood y de la po-
lítica lo llevan como quien lleva un premio ganado en el maratón de
Atenas. Cameron Diaz, la hija de su padre (ella tiene padre pero no lo

parece, por ver como se comporta: no ha habido autoridad que la domine)
la niñita núbil, en fin, lo hace en público, como lo demuestran los últimos
videos de ella, los cuales ella invita a todos a bien ver en el sitio web que
la muestra, exhibe y saborea. Clinton, sin ir mas lejos que el río Potomac

al lado de la gran capital del mundo, gringos dixit, también lo hizo en público:
tener sexo entre las piernas mientras tomaba importantes decisiones, no tan
importantes como el sexo que había entre sus piernas. Pero no más importante
como lo contó el congresante con el cual hablaba: Perdóneme señor representante

permítame un instante, que quiero darle a la situación
que usted plantea. Hubo un silencio muy pequeño y fugaz –
el congresante oyó un murmullo, una especie de jadeo que él no pudo
explicarse. Se lo explico, no era tan difícil suponer la proeza
de hacer esas dos cosas al mismo tiempo y en la misma fecha.

Solo faltó que lo filmaran; no hubo necesidad, la descripción
que ella le dió al Congreso en pleno tenía tantos detalles de
grandeza, casi se llena de saliva el piso de tan augusto sitio
casi jadearon ellos mismos junto con él, el gran sinvergüenza.

No conformes con eso
los pudibundos norteamericanos, discutieron el caso también en publico y casi
defenestran al inocente angelito presidente de todos los malandros que en el mundo
han sido y sean. Todo esto sin escándalo de nadie, ni siquiera de la Iglesia que ya
pudibunda se ha mostrado en otras sutilezas que han pasado.

Un momento! ya sabía yo que algo me faltaba

por decir, perdónenme la falla pero a mi ya el motor me pistonea, hace
gárgaras con las ideas y ni lavo ni presto la batea. Deben ustedes recordar,
jóvenes de la nueva era la moda del peinado causando furor entre las
mujeres bellas (y no tanto) que asoló la tierra como la peste bubøonica de
pasado: que si la Poumpadour, que si la Basinette, la flor en adornar el pelo,

las crinejas, las trenzas a los lados, el rollo en el occipucio, que puso a rugir
a muchas fieras. Yo recuerdo una famosa peluquera llamada Nerta; vivía
y tenia su propio negocio cerca de la Iglesia de San Angel, ciudad de Mexico.
La cola para peinarse iba con ella desde la Iglesia de San Angel hasta la llamada

estatua del Angel, kilometros de distancia. Hubo además el beber en exceso y sin
medida: en las sociales reuniones tanto de la alta como baja clase media, habían
torneos de bebida, a ver quien más rápido bebía un gran trago de alcohol de
ún solo trago, sin respirar siquiera, animado por los gritos de los presentes en

la indigna porfia. No cesaba el aullido hasta no ver inconsciente en el suelo,
en coma etílico, a quien le tocaba ese día. La cosa terminó de un solo golpe, igual a la bebida
cuando el piso quedó sembrado de hepáticos cirróticos – al fin cedía la vil epidemia
de la bebida, fulminada por el clero y los padres de familia.

Tocaba al sexo causar estragos todo el día, todas las noches, en cualquier sitio,
lugar o temporada, invierno cual verano, otoño y primavera. Está ahora terminando cuando las
blenorragias se han hecho resistentes, y nadie quiera ya tener

el sexo que tannto gusto daba a los pacientes. Cuídense,
jóvenes seminaristas que atienden este seminario, del sexo
indiscriminado, abusivo y descentrado . No quiero decirles
como pueden terminar: en un calvario, crucificados por las

Neisserias(ojo: Neisserias, no esnias, ni otras secta apintaladas
por una que otra espiroqueta pálida, pálida por no haber tenido
sexo mucho tiempo. No se adelantes, estudiantes presentes
no se postulen para Presidente, pueden ser víctimas inocentes

de mujeres malvadas y políticos inconscientes.

Alargar La Vida

Diga Usted, preguntó el curita empantuflado que lo miraba con mirada sardónica, dígame, viejo sinvergüenza, cuál es su última voluntad antes de estirar esa pata que tiene encogida escondida detrás de la sabana, a ver si no la ven y no tiene que estirarla? Pues le diré, mi querido Sancho Panza (Ud. se le parece, no le parece a Ud): Mi última voluntad antes de morir, es alargar mi vida! Cómo, preguntó el gordo, eso es una incongruencia, una blasfemia, no sé cómo llamar esa ocurrencia. Usted lo que pretende es no morirse nunca y estar tomándole el pelo a la calva que llaman la muerte. Esta, más disgustada que nunca, resolvió para castigarlo, llevárselo de una vez y así fue. Se murió de repente, ante el asombro general de los presentes. No había podido, al final, cumplirse su última voluntad como mandan los 10 mandamientos.

Tú que me lees, acosado por el miedo a la muerte, muérete cuando te toque, aunque la muerte te lleve; ni antes ni después como querías en tu testamento.

Muérete, acaba con este sufrimiento! Asciende al cielo en medio de cánticos y in gran relajo de los angeles, porque te moriste, viejo chuchumeco.

La Casera

Nunca fué un alquiler tan bien pagado
como el que le pagó Manuel a la Carmela
su casera que vive en el piso de abajo;
puntual como ninguna el último del mes

se presentó al lugar alquilado. El alquilado
confesó no tener cómo pagarlo; ella sin rubor
alguno le dijo: Lo siento mucho pero si no
tienes efectivo, puedo por ejemplo darte

un préstamo o me pagas también, en especie,
En cual especie? preguntó el, interesado.
En esa especie de gato encerrado que entre
tus piernas pugna por salir de esa prision

en que lo tiene preso el desdichado. Le pago
pues en especie con el alquiler redoblado. La
casera, chica de multiples recursos, le dijo
despues de tan buenos resultados: una última

exigencia tengo que hacerte: que me pagues
un año por adelantado. Y si no tienes efectivo
suficiente, te doy el mismo plazo, pero para
asegurarme el pago a su debido tiempo te muda-

rás conmigo mientras pagas con ventaja de
renovación si es tu gusto. Así lo hizo, y ahora
el inquilino anda con cartel de santo por esos
caminos, sin tener que trabajar porque tiene

segura la mujer, la casa y el comer fino.
Lo envidias? No lo envidies, Todo trato
tiene su mal entendido: él ya no puede
alquilarse en otra parte porque el diablo

se lo lleva por delante en su camino.

Madre, Cómo Sabe?

Dime, madre, preguntó el hombrecito que ella concibió
y apenas esbozaba una especie de bigote, linea sutil sobre
el labio superior y con voz quebrada; dime madre mía,
preguntó a la madre educadora, cómo saber si uno está

enamorado? El sintió un golpe en el piso y quiso saber
si la madre había caído, No, no he caído, dijo la señora,
es el golpe que he sentido al oír tu pregunta, hijo mío.
Y porque tal cosa ha sucedido, madre mía? preguntó

preocupado el hijo de sus entrañas. Ha sido el susto
nada más. Nada de que preocuparse, Es la sorpresa
de una pregunta que se ha hecho la humanidad por
los siglos de los siglos, escrito se han innumerables

libros y tratados, infinidad de pensadores y filósofos
se lo han también preguntado, y tú lo has resumido en
tan pocas palabras. Ninguno halló la respuesta a seme-
jante pregunta. Menos podré hacerlo yo, de pocas luces

y entendimiento escaso. Pero trataré de darte al menos
algunas aproximaciones desde diferentes ángulos, a ver
si satisfago la natural curiosidad a tus jovenes años.
Podría decirte, por citar un ejemplo, que uno sabe

cuando está enamorado, porque no puede vivir si estar
a su lado: Sin ella, tu no existes. No vives, estás mal
humorado, te duele la cabeza, no comes, no tienes
ganas de comer ni de vivir. Podría decir por citar

otro ejemplo, que sabes si estás enamorado
cuando no puedes vivir sin ella, quieres estar
todo el tiempo a su lado, día y noche sin des-
canso. Su voz te parece una melodía que extasía

tus oídos; su cara un sol radiante que no se oculta
nunca. Se detuvo la madre al ver la cara radiante
de su hijo al oír lo que decía. Entonces, madre mía,
estoy enamorado! y saltaba de alegría. A la madre

se le hizo un nudo en la garganta: recordó asombrada
hacía varios días el hijo no paraba en su casa ni un
momento del día, y recordó también a su vecina, quien
tenia una hija, mas o menos de la misma edad. Ve,

hijo mío, corre tras ella, vete junto con ella al liceo
llévale sus libros, respira de su aliento, goza el
sentimiento del amor primero que es único en la
vida. Una lagrima corría por su cara, se había gra-

duado de hombre en esos días de enero,
Era el amor primero, que los esperaba en
la esquina para ir junto con ellos al liceo
a seguir otros estudios para la próxima

vida que se acercaba hacia ellos.
Sonreía. Por Dios que sonreía! O se reía.
Que más daba. Era difícil saberlo.
No había porque saberlo. Con saberlo había.

Tate Quieto!

Tate quieto, mejor dicho: ‘stése quieto!
(al señor de la casa se le debe respeto)
le dice la mucama cuando hace la cama
y ve que el señor de la casa se le acerca

con intenciones non sanctas. La señora
está en la cocina haciendo sus labores
de rutina. Señor, no ve usted el peligro
que corremos? La señora nos puede

encontrar de infraganto y puede armarse
la de Dios es Cristo, Válgame Dios caer
en ese guiso! Para sí, ella piensa en
eso muchas veces, y cree poder recirbirle

de él como regalo una de las joyas que luce
la señora en las ocasiones sociales, cuando
la mucama ha visto a la señora lucir sus joyas.

Alguna vez será, se dice, en espera de la
próxima vez que el señor se le acerque
con las mismas intenciones de hoy. Esa
esperanza le quedaba, y era casi segura

la respuesta por favores recibidos de la
modesta y modosa mucama de la casa.
Sorpresa mayúscula la de la señora cuando
esa tarde vió salir a la mucama con el

broche más preciado de todos sus
aparejos, muy oronda, con cara satisfecha.
No pudo reclamarle nada, pensaba
la mucama la robaba. Lo que

menos imaginaba era la razón del desajuste.
No es que a mí me guste, pensó muy pensa-
tiva, es que ahora no se consigue quien trabaje
y todas roban, así que mejor es ladrón cono-

cido que ladrón por conocer.