Elogio de Mí Mismo

Gran conversador, eximio con tertulio
de cultura extensa y presidente de todas
las penas literarias que se forman en su casa
en el bar de la esquina, en la cola del último

autobús de la mañana. Donde quiera
que vaya lo rodean desconocidos
y viejos conocidos, por la fama que lo sigue
como perro al silbido que lo llama.

Cautiva tanto con su conversación
de estilo, que no exista dama que quiera
llevar un poco más allá la relación
pasajera, a la cama que le queda cerca

del lugar de la conversa y jugarreta.
Le ha pasado algunas veces, pero él
no lo dice ni lo confiesa sobre todo
a la esposa que se ufana de tener

un marido de tan bello desempeño.
Ella supone que las demás la envidian
Quizás tenga razón y la razón parece
ser el de ser el más culto de su barrio.

Con ese aspecto de viejo caballero
se le hace fácil hacer creer que es rico
que tiene mucho dinero, y puede
conceder todo lo que esas damas

le requieren. Pero detrás de ese
sorpresivo Don Juan de toma y dame
hay un ser solitario, ansioso de
agradar, pero a veces no puede.

Y ahí va, caminando por la vida
en los últimos dias de la suya;
esperando la muerte que libera
de compromisos, deudas y literas

reemplazándola por un ataúd de roble
tan fino como las aguas de Evian que
riegan las riberas del Sena parisien
mientras el gran río sigue su camino…

La Canción de Coche

Era un barrio construido con destino: clase media
no tenía luz eléctrica; sus figuras fantasmales llenas
de sombras las desiertas callejuelas; tenían un vigilante
otro fantasma con un foco de luz en la mano aparecia

de pronto desde las sombras, humano pero de aspecto
fantasma, como era el resto de edificios similares;
callejuelas se llamaban que no iban a ninguna parte
pero a todas partes iban según por donde

quiera se comenzase. No van a creer esto,
actuales defensores de la inclusión a ultranza:
las casas están divididas de acuerdo
con el estado social del habitante

las primeras de adelante, las mejores
de cuatro habitaciones y gran jardín
entregadas a profesionales de mejor
alcance; lo que podría llamarse

suprema clase media, más clase media
que cualquier otra clase. Luego venían
en formación correcta, viviendas
destinadas a la media clase media

(válgame el ultraje que al idioma se hace.)
Estas tenían menos jardín, menos
habitaciones, menos categoría, menor
lineaje, destinados a futuros profesionales

estudiantes, amas de casa con aspiraciones,
promotores de grandes empresas comerciales
y demás etcéteras que usted quiera agregarle.
Luego venían las de una clase media bajita

tan bajita que no podían encontrarle
para entregarle sus casitas pequeñinas
como las que hay allá en los portugales.
Tienen una sola planta, no tienen jardín

son muy pobres los que llenan sus espacios.
Por último, las viviendas del perraje –
bloques de ocho pisos sin ascensores
y casi casi las ocupaba el malandraje
que apenas comenzaba en ese tiempo.
Los hermanos estudiantes que andaban
de pensión en pensión y de pensión
en azotea, vieron el cielo abierto

cuando les entregaron la vivienda
y corrieron a mudarse a una casa
sin luz, sin agua, vacía como el resto
de las casas. Vacia la casa, vacío el barrio
se fueron llenando de conjunto

casa y barrio con los hermanos, con la gente
a quienes iban asignando las viviendas.
y quienes iban apareciendo por etapas
ante la mirada recelosa de los que ya estaban.

Lo olvidaba: no había transporte ni público
ni privado; éste solo llegaba hasta la calle
17 de los Jardínes de El Valle, y la hermana
llegaba de clase a las 8 en medio de oscura noche

que metía miedo al mas valiente, o al más grande
no digo a muchachitas de uniforme y largas trenzas.
Me tocaba a mí, el mayor, hecho jefe
de aquella manada de animales, debido

a circunstancias de ser el mayor de la partida
irla a buscarla primero caminando, linterna
em mano; o después en una ruinosa bicicleta
para llegar con ella d la mano a una casa vacía

donde nadie nos esperaba con la mesa puesta.
No había mesa, ni comida que poner en ella.
comíamos algo sentados en cajones que hacían
las veces de las sillas, u como vajilla

platos de peltre desconchados y enviados
de nuestra casa anterior de la Santa Teresa.
El sitio en la pared donde se pondría
el teléfono era un hueco vacío como altar

sombrío, donde se le rogaba a Dios el milagro
que un día apareciera el aparato negro, teléfono
de la CANTV nacional. El milagro se nos hizo
y un día al bajar a la planta baja, lo vimos
muy sonreído en la pared, esperando
ser usado mas pronto de lo esperado.

El barrio fué bautizado con el nombre
de Carlos Delgado Chalbaud, ex-presidente
asesinado – pero lo siguieron llamando
por su nombre, Coche; Coche se llamó

la hacienda, asiento original del barrio.
La casa grande, la hacienda, según modelo
sería la Casa Club del asentamiento. Nunca
lo fué, como sucedió siempre en cualquier

tiempo en el país que todos conocemos.
Fue después derruida y en su lugar construída
la sede de un liceo para malandros – para
colmo de males llamado Pedro Emilio

Coll, prohombre de las letras y de las artes
venezolanas de su época. Coche pues
quedó llamándose el nuevo arrabal de
la ciudad de Caracas, y fué, patronímico

de toda una generación sobresaliente
de venezolanos ilustres: médicos excelentes,
actores, directores de cine,
filósofos, luchadores políticos

y todo lo demás que uno pueda
imaginarse. Decir: “Yo soy de Coche”
era mostrar un orgullo merecido
sin soberbia, pero bien estremecido.

También de médicos poetas y aquí
me tienen, escribiendo estos poemas.
Yo soy de Coche, señores, a honra
tengo de serlo, sin desviarme ni un

centímetro del camino inmaculado.
Volviendo al asunto que debía ocuparnos
y del que nos hemos desviado, diremos

diremos que la casa de los estudiantes
fue llenada, de primero, por sus propias
personas; le fueron agregando libros
prestados de bibliotecas, nunca devueltos;
Los libros fueron colocados en estantes
fabricados con tablones soportados por
ladrillos; los discos fueron creciendo
en numero, comenzando por Beethoven

en sentido retrogrado comenzando
por la sinfonia número 9, y de allí
hasta la número 1, y un busto del
gran sordo encima de sus discos.

Los domingos por la mañana
era obligado ritual escuchar
el gran sordo dirigir su música
desde un busto colocado por encima

de sus discos, a través del hermano
mayor, quien dirigía la orquesta
con el dedo índice de su mano derecha
como si fuera una batuta verdadera

llevando el ritmo con el tiempo
con precisión verdadera y realista
sin saber una nota de la musica
era capaz de dirigir la sinfonia entera.

Poco a poco, la casa se fué llenando
con más gente, amigos y amigas
de todos los hermanos, hasta constituirse
en una pena la cual se reunía de forma

periódica a escuchar la musica y discutir
filosofía; muchos grandes amores pudieron
haber surgido de aquellas reuniones;
pero no lo hicieron – al menos abiertamente

o quizás alguno unilateralmente; pero
ninuno lo manifestó abiertamente,
a lo mejor todos se habían marcado límites
para hasta ahí llegar sin comprometerse.

Pero cuando se hacia mas notoria
la naturaleza del jolgorio era la noche
de Año Nuevo: la casa se llenaba de gente
que incluso preferían nuestra casa

a la propia para recibir el Año Nuevo;
tal era la clase de alegría que a todos
embargaba con el estruendo de las
canciones que cantåabamos sonriendo.

Esas noches llenaron una epocá – no
volvieron nunca a repetirse por más que
tratásemos: algo se había quedado
en el camino hasta que sólo es un pequeño

grupo el que se reúne y eso por compromiso.
Razones muchas: viajes, enfermedades,
otras reuniones familiares que se fueron
uniendo al casarse. Para todos un drama

insoslayable. El recuerdo esta allí
en el alma y en el corazón de los ausentes.
En el jardín del frente de la casa
mi madre sembró cinco rosales como

quien siembra cinco hijos, y cinco ella tenía
causalidad? casualidad? propósito?
Quién sabe! Lo cierto fué que fueron cinco
los rosales. Los hermanos mayores

quisieron agregar algo y aplicaron
lo que aprendieron en el liceo: injertos
e injertaron rosas de diversos colores
obteniendo magníficos resultados

rosas multicolores, que fueron envidia
y pasmo de vecinos asombrados
que ni flores habían sembrado
ni mucho menos intentado injertos.

Hace algunos años volvió el mayor
a su viejo barrio: la costumbre no es solo
de Gardel o de los argentinos, el de volver
al arrabal amargo, Amargo fue el resultado

de su visita al barrio: no logró reconocerlo
ni encontrarse con su pasado,lo encontrado
fué un infierno abandonado de Dios
y también abandonado de todos los diablos.

Libros Libros Libros

Libros por toneladas, libros por todas partes
por donde quiera que pises, pisas un libro
abierto o cerrado, es lo mismo, es un libro
y los libros hay que evitar pisarlos en un descuido.

Libros sobre la cama, libros por debajo
de la misma, libros en el sofá de la sala
libros en los estantes, a tres en fondo
qué barbaridad de libros, qué montaña

de libros leídos o por leer algún día
– de historia, ciencias, filosofía, política
y quién sabe qué otra barbaridad contenían
tan numerosos libros estando al día.

Libros en la cocina, al lado de la comida
grasientos por contagio de tanta zalamería,
libros encima de la lavadora, mojados
y secados al sol del mediodía. Esa casa

no contenía libros; los libros la contenían
a ella, y sus habitantes por ende vivían
dentro de un libro, apartados del mundo
y de su cotidianía. Mundo propio, aparte

rayano en un mundo de locura, de tanto
conocimiento acumulado sin tiempo
para amar, vivir el día a día, vivir la vida
estaban muertos, y ellos, mi Dios no

lo sabían todavía: lo sabrían mañana
cuando al tratar de abrir la puerta
de salida, se le vendrán encima el montón
de libros que como trampa encima

de la puerta, estaban a la caza
de sus potenciales y seguras víctimas.
que quedarían muertas, a las puertas
de la casa de los libros y las letras.

Sentirse en Casa

Sentirse en casa es sentarse a la mesa
una tarde al torpor del mediodía
acompañado de su esposa que lo mima
a comerse su postre favorito; a releerse

la poesía de sus antepasados que le es muy grata
y le trae recuerdos de sus amores primeros
con esa mujercita convertida para él ahora
en virgencita de sus adoraciones

Sentirse en casa es dormir en propia cama
después de largo viaje por extraños países;
no importa cuán revuelta esté la cama
entre sábanas, almohadas y almohadones

Que tendrá esta cama, se dice mientras
dormita, que no tengan otras, si otras son
mejores? Nada, se dice, mientras piensa
que cama es cama, no importa cómo la

componen. Pero no es cierto, en esta
se duerme mucho mejor, mejor se
descansa, no hay como la cama propia
de las duras caminatas que depara cada

día. Sentirse en casa es escuchar el sonido
de la música que les gusta a ambos, las sonatas
de Beethoven por ejemplo, los Nocturnos
de Chopin de nuevo al lado de la bella

que lo inquieta y despierta sus pasiones.
No se siente uno bien caminando las calles
mas famosas de famosas ciudades:
Broadway, la Quinta Avenida, la calle

Corrientes, Montparnasse, los Elíseos,
el Kurfurstrasse, la Unter den Linden –
es más grato caminar la calle donde está
su casa. No es grato visitar las grandes

tiendas europeas; más se saborea darse
una vuelta por la bodega de la esquina
echar un palique con el portu dueño de
la bodega y admirar el queso de mano
que con placer exhibe. Por eso no se puede
perdonar a esa banda de ladrones a que nos
sintamos mal en otras tierras y vivamos
añorando la nuestra y nuestra casa

soñando con la vuelta casi imposible ya
viendo a los hijos crecer en otra tierra
hablando en otra lengua, educándose
creciendo con amigos que ni siquiera

conocen donde esta situada esa nación
extraña llamada Venezuela. Mal rayo los
parta que nunca tengan descanso
en esta y en ninguna otra tierra.

Nadie Vende

Nadie vende lo que construye con sus manos
lo que su esfuerzo le ha costado, donde puso
el sudor de su frente, de eso se hizo esclavo.
Si fué una casa la que hubo construido ladrillo
por ladrillo, untados con cemento, pegados

con saliva; si la siembra fué producto
de su esfuerzo, arando la tierra con
su propio arado, no querrá vender el resultado
preferirá comerse una parte y el resto

guardarlo, para peores tiempos esperados.
Yo ví hacer eso a Juan el campesino
a quien le dimos un pedazo de tierra heredada
de mi padre, para que la sembrara

y vendiera el producto para su peculio.
Tiempo después, en tiempo de cosecha
fuímos a ver el resultado de la argucia
y encontramos su ínfimo ranchito

lleno de productos hasta el techo.
No había vendido un céntimo;
sólo empujado por nosotros, vendió algo
en el mercado. Lo demás lo guardo

como un avaro y estuvo él y su familia
extendida, comiendo arepa y yuca frita
por casi un año después de la cosecha.
También, quizas por la misma razón, esa
del humilde campesino, fue mi padre

incapaz de vender de buenas a primeras
la casa construída en Santa Teresa
por él, ayudado por mi madre, maestra
de obras de la nueva casa y jefa

de aquella turba de galanes empeñados
en construir una nueva casa para ella.
La construcción sustituía un ranchito viejo
para reemplazarlo por una gigantesca

casa si la comparamos con el ranchito
para él y sus hijos. Dejó por años esa
casa al cuidado de una joven amiga nuestra
y el perro al cuidado de la casa. No pudo
mi padre prever una tragedia: el perro
se murió de la tristeza de verse abandonado
por sus dueños, a pesar de sus protestas

a ladrido herido que se oía desde el río
hasta la misma puerta de la casa. Cuando
al fin decidió venderla, casi la regala –
era preferible a recibir dinero por la casa.

Yo por mi parte no puedo decidirme
a vender mis libros y mi biblioteca
que los fui comprando pieza por pieza.
Cuando a veces lo pienso, los reviso

los releo y me arrepiento de la venta.
Nadie vende el producto de su esfuerzo
prefiere amontonarlos en una vieja pieza
aunque le caigan termitas, gorgojos

sapos y culebras.. Exagero? No lo creas
Pasa adelante, si quieres, y observa
ese montón de libros que hay sobre la mesa
y otro montón adentro de la pieza.

Ayúdame tu a decidirme si vendo la biblioteca.
los libros, el mueble que la alberga
o si al final a pesar de los dineros necesarios
me quedo con ella, los libros y la biblioteca

Y los sigo leyendo pues me sirven
de consuelo a mi tristeza, son mis
únicos compañeros en esta soledad
que me agobia y me llena de tristeza.